sábado, 23 de enero de 2016

Atómica de la intuición

Introito y confesión

Los primeros párrafos de la ponencia de Amelia, “Palabras, palabras, palabras”, me trajeron a la memoria los versos de Juan Ramón Jiménez:
 
Intelijencia, dame
el nombre exacto de las cosas!
… Que mi palabra sea
la cosa misma,
creada por mi alma nuevamente.
que por mí vayan todos
los que no las conocen, a las cosas;
que por mí vayan todos
los que ya las olvidan, a las cosas;
que por mí vayan todos
los mismos que las aman, a las cosas…
¡Inteligencia, dame
el nombre exacto, y tuyo,
y suyo, y mío, de las cosas!

Eternidades

Me sorprendió gratamente la referencia al magnífico libro de E. Gilson, Lingüística y filosofía, que también yo leí y estudié con provecho. Usé muy selectivamente el manual de José Hierro S. Pescador de Alianza Universidad, Principios de Filosofía del Lenguaje. Y me deslumbró la antología de Muguerza sobre las concepciones analíticas de la filosofía. Pero fue sobre todo a través de los textos de Barthes y de La prosa del mundo (Maurice Merleau-Ponty) como ascendí mi anábasis de apostasía desde los contaminados campos de Filología (minados por el estalinismo más arcaico y cavernario) hacia los más ecuánimes y amplios horizontes de Filosofía.

Ojalá el que no sabe no tuviera nada que decir; o no, porque esa dieta de silencio que recomienda el poeta Lombardo Duro tendría que ser universal.

¿Hablar para saber lo que pensamos? Mejor tal vez pensar para saber lo que decimos.

Otras formas de representación

No creo que la palabra (y me encanta que el concepto de "palabra" sea un concepto mundano) agote las formas de representación mental, tal vez sólo ciertas formas de representación intelectual. Aunque en sus genuinas especies metafóricas, alegóricas, también el escrito de palabras se entregue a la metamorfosis o a la mudanza metafórica, refiriendo a imágenes, imágenes (visuales, pero también acústicas y de otro tipo) de las que sin duda surgió el concepto. 

Mas existen múltiples “juegos de lenguaje” que no comprometen palabras, empezando por el gesto, el visaje, la pose, el postureo, el gemido, el suspiro, el susurro, la caricia, el gruñido, el alarido, la onomatopeya (ese atavismo poético)...

Nuestro poeta visual Miguel Agudo sabe bastante de todo esto y lo usa artísticamente en sus poemas visuales (véase el que adorna el principio de esta entrada).

He aquí sendas representaciones de lo femenino y lo masculino fotografiadas en los aseos de un mesón de Burgos:


Sofisticadas formas, estilizados estereotipos, ¿verdad? ¿Aún habrá quien los denuncie por sexistas? El problema de cómo jugamos en nuestra comunicación (y la vida personal es esencialmente comunicación) con estereotipos y categorías perceptivas es muy complejo y nos compromete, o sea, compromete el poder y el deseo (que diría un foucaultiano pendiente de la micropolítica). Lo planteo en Imágenes e ideas (II. B. 3. y IX. B. 3.). 

La respuesta a la pregunta de si podemos pensar sin estereotipos es decisiva. Porque si no, entonces la lidia filosófica no es tanto luchar, someter y matar a las bestias de los estereotipos -así, en general- sino proponer bellos, verdaderos, nobles, justos, buenos estereotipos.

¿Antinomia de estereotipos? Ambos publicitarios.

Categorías perceptivas

Desengañémonos, en la comunicación personal corriente lo que funciona no son los conceptos bien definidos y rigurosos de la filosofía o de la ciencia, sino los estereotipos, condensaciones imaginativas, convencionales, casi siempre hiperbólicas, creadas por la tradición de una comunidad. Son estos "ejemplares prototípicos" (Putnam) y no los ideales platónicos, los fenómenos humeanos ni los objetos kantianos, los que organizan la conducta moral y los procesos de intercambio e información. 

Los estereotipos (del griego: στερεός, «sólido», y τύπος, «impresión, molde») son modos de pensar y de comunicar el ser, o sea, podemos considerarlos categorías comunicativas. ¿Son formas de la intuición que podemos distinguir de las formas puramente intelectuales, de los universales abstractos? Bueno, el león de los niños no es el león de los zoólogos, desde luego. Pero ¿es posible una intelección libre de imágenes? (he aquí una pregunta análoga a esa tan actual de si es posible un pensar meramente computativo). Tomás de Aquino, el teólogo intelectualista y el metafísico empirista, negaba que los humanos pudiésemos contar con un pensamiento, por abstracto que fuese, que no contenga imágenes.

'Vox significat mediantibus conceptibus', recordaba el escolástico con su latín macarrónico. Igual que una palabra (significante) sólo puede significar una cosa, acción, cualidad, cantidad, relación… (referentes) mediante el concepto (significado), el icono (significante) sólo puede significar una realidad, objetiva, imaginaria, simbólica…, que es su referente, mediante los perceptos (significado), o la sombra condensada de estos en las facultades representativas (recuerdos, fantasías).

Gombrich habla de categorías perceptivas: condensaciones más o menos esquemáticas de experiencias perceptuales. Son las que nos permiten el reconocimiento de una imagen como imagen de algo. Dichas condensaciones, o unidades de comprensión intuitiva de nuestra capacidad innata para entender con los ojos y demás sentidos, serían el contenido mismo de esas formas etiquetadas por los nombres a las que llamamos universales o conceptos.

Ese entender imaginativo es un proceso creador: “Todo percibir es también pensar, todo razonamiento es también intuición, toda observación es también invención“ –sentencia Rudolf Arnheim.


No hay comentarios:

Publicar un comentario