domingo, 15 de julio de 2012

Más consideraciones sobre el lenguaje



Autora Ana Azanza

Me quedaron muchas dudas y cuestiones ante el interesante tema del lenguaje que se planteó el penúltimo día de la reunión del Mochuelo. En Wellmer, un sucesor de la escuela de Frankfurt, intérprete de Adorno a cuya filosofía a veces enrevesada le saca un gran partido, ofrece otras propuestas sobre el lenguaje en su “Dialéctica entre modernidad y posmodernidad”. Gracias a Luis Saez he dado con este pequeño gran libro entusiasmante.  Trata la cuestión disputada de la posmodernidad, desde una óptica que no quiere renunciar a la razón como buen frankfurtiano, y también hace su aportación a la filosofía del lenguaje.

Wellmer critica al racionalista "sujeto constituyente de sentido". Se ayuda de la obra de Wittgenstein. Me ha interesado particularmente porque de la exposición de Mariu sobre Foucault me quedó la impresión de que hay en el asunto de la comunicación y el lenguaje hay cosas que se nos imponen sin que podamos hacer nada para evitarlo. Estamos en "ellas". 


Y aquí va otra perspectiva antirracionalista con un antirracionalismo tomado en una justa medida. No vayamos a tirar el niño con el agua.

Aquello de que "el sujeto inventa significados que son conectados con cosas a través de las palabras" sería la versión extrema del racionalismo lingüístico detectable tanto en empiristas como en racionalistas.

Pero lo decisivo se encierra en responder a estas preguntas ¿cómo puedo saber de qué hablo? ¿cómo puedo saber qué quiero decir?

Regla, praxis intersubjetiva en la que alguien ha sido adiestrado.
Juego de lenguaje, conjunto de prácticas, de instituciones “dentro” de las que se habla. Los significados son esencialmente abiertos, no objetos de un tipo particular, ni algo ideal ni psicológico, ni dado en la realidad.
La significación viene por el imperio de una regla basada en la práctica de su aplicación a una clase de cosas. Y la relación de significación no se puede fundar racionalmente, sólo aclarar o justificar. La relación de significación se basa en la necesidad del “querer decir”. Es toda la diferencia entre un sujeto que habla y una máquina que habla por lo demás, al menos en el sentido de las máquinas parlantes del siglo XVIII. Imitaban el lenguaje humano pero la máquina no era quien para “querer decir” algo.

La crítica filosófico-lingüística de la filosofía del sujeto conduce al descubrimiento de lo otro de la razón en el seno de la razón.

Ese “otro de la razón” no se trata de la líbido de Freud sino del cuasi-factum previo a toda intencionalidad o subjetividad, que son los sistemas lingüísticos de significaciones, las formas de vida. Es un mundo en el que los sujetos humanos pueden llegar a ser ellos mismos o no serlo de diferentes maneras. No hay un “consenso” previo para llegar al significado de las palabras, hay entendimiento mutuo que establece la posibilidad de diferenciar lo verdadero de lo falso, lo razonable de lo irrazonable.

Verdadero y falso es lo que los hombres dicen y es en el lenguaje donde se ponen de acuerdo. Cuando hablamos del significado no nos referimos a un acuerdo de opiniones sino a una forma de vivir. El entendimiento conlleva un acuerdo en la definición de las palabras y en un acuerdo en los juicios, esto parece superar la lógica pero no la supera.

Con ayuda de Wittgenstein se le puede reprochar al estructuralismo, y hasta cierto punto a Focault, que descuida la dimensión pragmática de una relación de significado no objetivable. A la pregunta inicial "¿sé lo que quiero decir?" subyace un punto de partida objetivista que Wittgenstein desenmascara. La palabra significación remite a una forma de uso. No tiene sentido decir como hace Derrida que en cada repetición de un signo lingüístico tiene lugar un desplazamiento del significado.

“Ni de una sola ocasión ni de un solo hombre puede seguirse una regla”

El problema es hacer del “querer decir” la fuente del significado y así no se entiende como el otro me entiende o yo me entiendo. La interpretación lingüística a la vez que  modifica lleva en sí un índice de generalidad. El mero uso de una palabra indica una nueva forma de uso.

La descentración filosófica-lingüística del sujeto significa el descubrimiento de un mundo común siempre en trance de franqueársenos en el interior de la razón y del sujeto. Cuerpo, voluntad de poder, libido están presentes en ese mundo. Pero LINGUISTICAMENTE ABIERTOS. También la violencia está presente en el mundo, pero abierta y por tanto distinguible de la comunicación sin violencia, del diálogo, del carácter abierto del uso, de la cooperación voluntaria.

La crítica filosófico-lingüística del racionalismo y del subjetivsmo da ocasión a reflexionar sobre verdad, justicia, autodeterminación y al mismo tiempo nos hace desconfiar de los profetas de la nueva era, en la que retórica ocupa el lugar del argumento, la voluntad de poder el de la voluntad de verdad, y la avidez el de la moral. 
Todo ello a expensas de lo que Amelia se hubo de guardar para mejor ocasión...

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