Me lo he estado pensando bastante, pero no puedo resistir la tentación de hacer una reseña en el Mochuelo del tema que surgió en nuestra última sesión. Hablando de Amelia Valcárcel, del feminismo filosófico y las relaciones hombres - mujeres en el mundo laboral, salió a relucir el caso de Hannah Arendt y su amistad fiel con el que fue su maestro y amante Martin Heidegger. Ambos son dos cumbres del pensamiento que no voy a cuestionar, pero da mucho que pensar cómo fue su relación que duró con intermitencias desde los años de Marburgo, cuando Arendt llega con 18 años a la universidad (1924) hasta su muerte en 1975.
Autora Ana Azanza
El escrito al que me refiero de Benhabib es un apéndice de este libro que ya había aparecido en Boston Review (octubre-nov. 1999).
Nacida en Hannover en una familia judia asimilada, Arendt tuvo que huir de Alemania en 1933. Trabajó en París en una organización que ayudaba a instalar niños judíos en Palestina. En 1940 se instaló definitivamente en Estados Unidos con su segundo marido H. Bluecher. Los dos adquirieron la ciudadanía americana. Vivió en sus propias carnes la persecución, el exilio, incluso un breve internamiento en un campo de concentración en el sur de Francia. Sobre todo ello razonó, argumentó y escribió ampliamente más tarde. Sus reflexiones sobre la falta de asilo y de reconocimiento son hoy de particular actualidad, cuando hay por el mundo tanta población desplazada.
Ha sido muy bien recibida la publicación de su correspondencia con Jaspers, con su marido Bluecher, con su amiga Mary McCarthy, con el líder sionista K. Blumenfeld y con Heidegger. Los estudiosos se ven ante un dilema ¿cómo se debe interpretar la relación entre lo íntimo y lo público en la vida de H. Arendt? Hay quien utiliza categorías psicoanalíticas proyectando lo personal sobre su pensamiento político. Otra posibilidad hace al contrario y presenta su vida personal como expresión de su pensamiento político.
La tercera opción es separar dos esferas que tienen cada una sus propios términos. Ya la propia H. Arendt que no conoció nuestros canales televisivos hispanos actuales, se lamentaba en los años 60 de "el afán de nuestros contemporáneos por ser mostrado en público, por discutir y hablar públicamente de asuntos que son estrictamente privados y no conciernen a nadie más."
La primera carta de la correspondencia Arendt-Heidegger es de febrero de 1925. En esta y las siguientes se puede ver la intensidad creciente de su relación y Heidegger reconoce que "había sido tocado por lo demoníaco y que eso no le había sucedido nunca". Se refiere al daimón en sentido griego o platónico, por supuesto, el "daimon amor" en este caso. Después de año y medio de relación clandestina, Heidegger le llevaba 17 años y estaba casado, Hannah se marcha a Heidelberg para estudiar con Jaspers. Y en 1929 anuncia a su antiguo amante que se casa con un compañero también alumno de Heidegger.
El segundo capítulo de la correspondencia empieza en 1950. Arendt vive ya en América. Está viajando por países europeos rescatando bienes culturales judíos para la reconstrucción. Se ven en febrero en casa de Heidegger y después escribe sobre ese encuentro que fue "una confirmación de toda una vida. Cuando el camarero pronunció tu nombre ( no te esperaba pues no había recibido tu carta), era como si el tiempo se hubiera detenido." Siempre que H. Arendt viaja a Europa procura visitar a su maestro. Pero llega un momento en que la mujer de Heidegger, puesta al corriente de lo que hubo en el pasado, se molesta y el filósofo le pide a Arendt que no los visite más. Hay muchas menos cartas a partir de ese momento, ninguna entre 1960 y 1966.
La tercera fase de la relación empieza cuando Heidegger desea a Arendt un feliz 60 cumpleaños, ¡la vida pasa! Las cartas que siguen hasta la muerte de la filósofa revelan una creciente relación amistosa entre "los cuatro", los dos matrimonios. También Bluecher visitará a los Heidegger en Alemania. Dejadas atrás las pasiones juveniles, dice S Benhabib, por primera vez parece que vamos a ver la relación filosófica Arendt-Heidegger. Sin embargo hay sólo unas pocas referencias a Kant, al lenguaje, a Merleau-Ponty, a Nietzsche y a la metafísica que nos dejan con la miel en los labios. Se trata de una correspondencia personal más que filosófica, que deja ver un relación emotiva, increíble, desconcertante. La última carta de la serie la escribe Heidegger a Jaspers, justo después de la muerte de su discípula lamentando como se va estrechando el círculo de los amigos.
Si en el discurso laudatorio que hizo Hannah Arendt con ocasión del 80 cumpleaños del maestro hacía una petición a la compasión y el perdón hacia él por el pasado, esa no ha sido la tónica de muchos de los críticos con Arendt. En Estados Unidos concretamente los editores de "New Republic" vieron esa lealtad a Heidegger de esta judía exiliada como un escándalo. Otros como R. Wolin hablan de la confusa relación de Arendt con su judaísmo, y otros como Elzbieta Ettingler del "lado femenino insensato" de Arendt. Todos ellos los cita Benhabib como muestras de no comprensión hacia esta historia de amor y amistad.
Hubo un pequeño escándalo en 1995 cuando la tal Ettingler publicó "Hannah Arendt: Martin Heidegger." Se llegó a un pleito con Safranski por haber utilizado una entrevista de esta autora en la televisión y extractos de otras cartas en su monumental "Ein Meister aus Deutschland: Heidegger und seine Zeit." El hijo de Heidegger publicó 168 documentos de su padre, sólo un 25% es correspondencia con Arendt. ¿Desapareció el resto por mano de Heidegger? ¿fue la propia Arendt la que destruyó la correspondencia?
Benhabib se acercó a los documentos buscando respuestas a las preguntas esenciales: ¿Cuándo y qué supo Arendt de la relación de Heidegger con el nazismo? ¿Por qué lo buscó tras la guerra? ¿Cómo podía justificarse a sí misma, judía exiliada e intelectual famosa por sus reflexiones sobre el Holocausto, su constante amistad y lealtad a un hombre como Heidegger? ¿Era sólo una mujer enamorada, como si el amor nos volviera ciegos a los principios éticos y la responsabilidad pública?
Desde 1932 Arendt tuvo noticias del antisemitismo de Heidegger. Y éste se defendió en una carta de esa época diciéndole que tenía muchos estudiantes judíos a los que nombraba. Arendt no supo que los profesores de Friburgo en 1933 presentaban a Heidegger antes las autoridades nazis como alguien que merecía plena confianza como para ser rector y portavoz de la universidad.
Ella hablaba de Heidegger como alguien "apolítico" al que le había faltado sabiduría y juicio. Aunque Behabib lo juzga oportunista, jamás Arendt dijo eso de su maestro. Incluso en 1960 un médico suizo escribió a Arendt preguntándole sobre la implicación de Heidegger en la expulsión de Husserl de su cátedra. La carta de contestación no publicada en la biblioteca de Congreso dice así:
Benhabib piensa que la manera de despachar la cuestión de Arendt, queriendo diferenciarse de la "caza de brujas" del Macartismo intelectual no es sincera. Arendt no podía ignorar que los pensamientos tienen consecuencias y que los intelectuales tienen una responsabilidad. Y en ese discurso de 1932 Heidegger se dirige a la juventud alemana en tono autoritario, exhortando al compromiso científico con la tarea espiritual de Alemania y su destino.
En una primera fase Arendt sostuvo en "What is Existenz Philosophy?" que las simpatías de Heidegger por el nazismo eran expresión de su desprecio por el liberalismo individualista y burgués, que promete una vida banal, en la que "el sí mismo" desaparece en la masa.
Con ocasión de los 80 años de Heidegger, Arendt cambia su argumentación.Compara el compromiso Heidegger-nazismo con el nexo Platón-tirano de Siracusa. A los filósofos profesionales les falla el juicio político por "deformación profesional" lo que les lleva a cometer errores en ese campo. Arendt se distinguió por sus dualismos entre pensar y actuar, filosofía y política, retiro del mundo e implicación en él. Apenas se pueden reconciliar ambos extremos. De ahí que en ocasiones el hombre de la calle juzgue mejor de política que el mayor filósofo del siglo. "Heidegger, el genio que está fuera del mundo", sería la tesis de Arendt.
Benhabib se pregunta casi con desesperación cómo podía una mujer tan consciente como ella del "mal radical" aceptar pacientemente las mistificaciones de Heidegger diciendo en una carta de 1952 que "el destino de judíos y alemanes tiene su propia verdad que no puede ser alcanzado por nuestros juicios históricos" o que "cuando el mal ha pasado y pasa, el ser pasa desde este punto al misterio."
Cuando Arendt le envió una copia de "The Origins of Totalitarism", Heidegger en un gesto de ninguneo le contestó que él no leía inglés, que quizás su mujer le echaría un vistazo.
En 1961 y en una carta a Jaspers, Arendt tiene un momento de sinceridad en que deja escapar esta queja:
Un año antes le había enviado su libro traducido al alemán "La condición humana" con esta carta:
"Quería decirte algo sobre este libro. Como verás el libro no tiene dedicatoria. Si las cosas hubieran funcionado entre nosotros -"entre", no sólo en ti o sólo en mí- te habría preguntado si podía dedicártelo. Su origen está en Friburgo y se debe todo a ti en todos sus aspectos. Tal y como están las cosas ahora, esto parece imposible. Pero de alguna manera quería informarte de los puros hechos."
Heidgegger no respondíó.
¿Cómo explicar las contradicciones de Arendt? Claramente la relación no fue fácil, era una relación llena de sentimientos no declarados totalmente, de cuentas sin hacer, en la que ninguno de los dos estaba relajado. Pero es una visión muy parcial de H. Arendt. Vemos el contraste de esta relación con las bromas, la expresión de pasión y calor y la pura alegría de estar juntos que expresa en la correspondencia con su marido. Nada que ver con la ansiosa, controlada, envarada voz de sus cartas a Heidegger. Con Bluecher Arendt se sentía "en casa", con él compartía la pasión por la política, su vida como intelectual, su compromiso con la causa judía y su feminidad. Con Heidegger esta mezcla era imposible, con él sería siempre la adorable, inteligente, atractiva y tranquila mujer, "intentando contar hasta tres o hasta cuatro."
¿Haciéndose la tonta?, es mi pregunta a S. Benhabib. Heidegger era el mensajero de otro reino, el de la metafísica, el de la simbiosis entre la filosofía alemana y la griega.
Arendt no construyó un sistema político ni una teoría de la justica. Ella, la "amante" de pensar sin barandilla. La leemos porque nos ayuda a pensar hoy gracias a las distinciones y yuxtaposiciones que creó. Sobre todo nos enseña que sin una medida de intimidad personal "protegida del ojo público, no puede haber una vida pública vibrante y satisfactoria."
Lo personal no es lo político. Lo político es el espacio que creamos en común en virtud de que lo podemos compartir con los demás en la esfera pública. Lo personal se hace político cuando la identidad como judío, como mujer, como refugiado... -una identidad que se comparte con otros- es atacada por la sociedad. Pero para transformar la identidad atacada en proyecto político, se necesita trascender las vicisitudes de la vida individual y encontrar lo común y compartible con los demás en la esfera pública.
Interés es para Arendt justo lo que está entre nosotros, lo que nos une y nos separa. La buena política no debe invadir el frágil ámbito de las relaciones y amistades, no debería forzar a los individuos a publicar los oscuros recodos del corazón humano. La conmovedora lealtad de Arendt a Heidegger, también sus lazos con sus muchos amigos, son un testimonio de su propia practica de este arte de la separación.
Como curiosidad, no nos alejamos mucho de nuestros temas preferentemente hispánicos. Al fin y al cabo Seyla Benhabib es descendiente de judíos sefardítas.
Autora Ana Azanza
El escrito al que me refiero de Benhabib es un apéndice de este libro que ya había aparecido en Boston Review (octubre-nov. 1999).
Nacida en Hannover en una familia judia asimilada, Arendt tuvo que huir de Alemania en 1933. Trabajó en París en una organización que ayudaba a instalar niños judíos en Palestina. En 1940 se instaló definitivamente en Estados Unidos con su segundo marido H. Bluecher. Los dos adquirieron la ciudadanía americana. Vivió en sus propias carnes la persecución, el exilio, incluso un breve internamiento en un campo de concentración en el sur de Francia. Sobre todo ello razonó, argumentó y escribió ampliamente más tarde. Sus reflexiones sobre la falta de asilo y de reconocimiento son hoy de particular actualidad, cuando hay por el mundo tanta población desplazada.
Ha sido muy bien recibida la publicación de su correspondencia con Jaspers, con su marido Bluecher, con su amiga Mary McCarthy, con el líder sionista K. Blumenfeld y con Heidegger. Los estudiosos se ven ante un dilema ¿cómo se debe interpretar la relación entre lo íntimo y lo público en la vida de H. Arendt? Hay quien utiliza categorías psicoanalíticas proyectando lo personal sobre su pensamiento político. Otra posibilidad hace al contrario y presenta su vida personal como expresión de su pensamiento político.
La tercera opción es separar dos esferas que tienen cada una sus propios términos. Ya la propia H. Arendt que no conoció nuestros canales televisivos hispanos actuales, se lamentaba en los años 60 de "el afán de nuestros contemporáneos por ser mostrado en público, por discutir y hablar públicamente de asuntos que son estrictamente privados y no conciernen a nadie más."
La primera carta de la correspondencia Arendt-Heidegger es de febrero de 1925. En esta y las siguientes se puede ver la intensidad creciente de su relación y Heidegger reconoce que "había sido tocado por lo demoníaco y que eso no le había sucedido nunca". Se refiere al daimón en sentido griego o platónico, por supuesto, el "daimon amor" en este caso. Después de año y medio de relación clandestina, Heidegger le llevaba 17 años y estaba casado, Hannah se marcha a Heidelberg para estudiar con Jaspers. Y en 1929 anuncia a su antiguo amante que se casa con un compañero también alumno de Heidegger.
El segundo capítulo de la correspondencia empieza en 1950. Arendt vive ya en América. Está viajando por países europeos rescatando bienes culturales judíos para la reconstrucción. Se ven en febrero en casa de Heidegger y después escribe sobre ese encuentro que fue "una confirmación de toda una vida. Cuando el camarero pronunció tu nombre ( no te esperaba pues no había recibido tu carta), era como si el tiempo se hubiera detenido." Siempre que H. Arendt viaja a Europa procura visitar a su maestro. Pero llega un momento en que la mujer de Heidegger, puesta al corriente de lo que hubo en el pasado, se molesta y el filósofo le pide a Arendt que no los visite más. Hay muchas menos cartas a partir de ese momento, ninguna entre 1960 y 1966.
Hannah Arendt con su segundo marido H. Bluecher |
Si en el discurso laudatorio que hizo Hannah Arendt con ocasión del 80 cumpleaños del maestro hacía una petición a la compasión y el perdón hacia él por el pasado, esa no ha sido la tónica de muchos de los críticos con Arendt. En Estados Unidos concretamente los editores de "New Republic" vieron esa lealtad a Heidegger de esta judía exiliada como un escándalo. Otros como R. Wolin hablan de la confusa relación de Arendt con su judaísmo, y otros como Elzbieta Ettingler del "lado femenino insensato" de Arendt. Todos ellos los cita Benhabib como muestras de no comprensión hacia esta historia de amor y amistad.
Hubo un pequeño escándalo en 1995 cuando la tal Ettingler publicó "Hannah Arendt: Martin Heidegger." Se llegó a un pleito con Safranski por haber utilizado una entrevista de esta autora en la televisión y extractos de otras cartas en su monumental "Ein Meister aus Deutschland: Heidegger und seine Zeit." El hijo de Heidegger publicó 168 documentos de su padre, sólo un 25% es correspondencia con Arendt. ¿Desapareció el resto por mano de Heidegger? ¿fue la propia Arendt la que destruyó la correspondencia?
Benhabib se acercó a los documentos buscando respuestas a las preguntas esenciales: ¿Cuándo y qué supo Arendt de la relación de Heidegger con el nazismo? ¿Por qué lo buscó tras la guerra? ¿Cómo podía justificarse a sí misma, judía exiliada e intelectual famosa por sus reflexiones sobre el Holocausto, su constante amistad y lealtad a un hombre como Heidegger? ¿Era sólo una mujer enamorada, como si el amor nos volviera ciegos a los principios éticos y la responsabilidad pública?
Desde 1932 Arendt tuvo noticias del antisemitismo de Heidegger. Y éste se defendió en una carta de esa época diciéndole que tenía muchos estudiantes judíos a los que nombraba. Arendt no supo que los profesores de Friburgo en 1933 presentaban a Heidegger antes las autoridades nazis como alguien que merecía plena confianza como para ser rector y portavoz de la universidad.
Ella hablaba de Heidegger como alguien "apolítico" al que le había faltado sabiduría y juicio. Aunque Behabib lo juzga oportunista, jamás Arendt dijo eso de su maestro. Incluso en 1960 un médico suizo escribió a Arendt preguntándole sobre la implicación de Heidegger en la expulsión de Husserl de su cátedra. La carta de contestación no publicada en la biblioteca de Congreso dice así:
"No he leído la conferencia que dió Heidegger como inicio de su rectorado y con el paso del tiempo confieso que tampoco estoy muy interesada en hacerlo. Recuerdo que el discurso, aunque desagradablemente nacionalista por momentos, no era de ninguna forma una expresión de nazismo. Dudo de que Heidegger tuviera en aquel entonces una noción clara de lo que era el Nazismo. Pero aprendió rápido, y en ocho o diez meses, su pasado político quedó atrás...¿Es realmente necesario después de 30 años disculparse por estos asuntos? Y como miembros de la república de las letras ¿tenemos verdaderamente que preguntarnos cosas como si perteneció a tal o tal partido? ¿no son preguntas, propia o impropiamente de una encuesta policial?".
Benhabib piensa que la manera de despachar la cuestión de Arendt, queriendo diferenciarse de la "caza de brujas" del Macartismo intelectual no es sincera. Arendt no podía ignorar que los pensamientos tienen consecuencias y que los intelectuales tienen una responsabilidad. Y en ese discurso de 1932 Heidegger se dirige a la juventud alemana en tono autoritario, exhortando al compromiso científico con la tarea espiritual de Alemania y su destino.
En una primera fase Arendt sostuvo en "What is Existenz Philosophy?" que las simpatías de Heidegger por el nazismo eran expresión de su desprecio por el liberalismo individualista y burgués, que promete una vida banal, en la que "el sí mismo" desaparece en la masa.
Con ocasión de los 80 años de Heidegger, Arendt cambia su argumentación.Compara el compromiso Heidegger-nazismo con el nexo Platón-tirano de Siracusa. A los filósofos profesionales les falla el juicio político por "deformación profesional" lo que les lleva a cometer errores en ese campo. Arendt se distinguió por sus dualismos entre pensar y actuar, filosofía y política, retiro del mundo e implicación en él. Apenas se pueden reconciliar ambos extremos. De ahí que en ocasiones el hombre de la calle juzgue mejor de política que el mayor filósofo del siglo. "Heidegger, el genio que está fuera del mundo", sería la tesis de Arendt.
Seyla Benhabib |
Cuando Arendt le envió una copia de "The Origins of Totalitarism", Heidegger en un gesto de ninguneo le contestó que él no leía inglés, que quizás su mujer le echaría un vistazo.
En 1961 y en una carta a Jaspers, Arendt tiene un momento de sinceridad en que deja escapar esta queja:
"Sé que le parece intolerable que yo aparezca en público, que escriba libros..., etc. Toda mi vida me puse la venda en los ojos para hablar como si nada de esto existiera, como si no pudiera contar hasta tres y a veces hasta cuatro. Luego sentí que esto era demasiado aburrido y me dí un golpe en la nariz."
Un año antes le había enviado su libro traducido al alemán "La condición humana" con esta carta:
"Quería decirte algo sobre este libro. Como verás el libro no tiene dedicatoria. Si las cosas hubieran funcionado entre nosotros -"entre", no sólo en ti o sólo en mí- te habría preguntado si podía dedicártelo. Su origen está en Friburgo y se debe todo a ti en todos sus aspectos. Tal y como están las cosas ahora, esto parece imposible. Pero de alguna manera quería informarte de los puros hechos."
Heidgegger no respondíó.
¿Cómo explicar las contradicciones de Arendt? Claramente la relación no fue fácil, era una relación llena de sentimientos no declarados totalmente, de cuentas sin hacer, en la que ninguno de los dos estaba relajado. Pero es una visión muy parcial de H. Arendt. Vemos el contraste de esta relación con las bromas, la expresión de pasión y calor y la pura alegría de estar juntos que expresa en la correspondencia con su marido. Nada que ver con la ansiosa, controlada, envarada voz de sus cartas a Heidegger. Con Bluecher Arendt se sentía "en casa", con él compartía la pasión por la política, su vida como intelectual, su compromiso con la causa judía y su feminidad. Con Heidegger esta mezcla era imposible, con él sería siempre la adorable, inteligente, atractiva y tranquila mujer, "intentando contar hasta tres o hasta cuatro."
¿Haciéndose la tonta?, es mi pregunta a S. Benhabib. Heidegger era el mensajero de otro reino, el de la metafísica, el de la simbiosis entre la filosofía alemana y la griega.
Arendt no construyó un sistema político ni una teoría de la justica. Ella, la "amante" de pensar sin barandilla. La leemos porque nos ayuda a pensar hoy gracias a las distinciones y yuxtaposiciones que creó. Sobre todo nos enseña que sin una medida de intimidad personal "protegida del ojo público, no puede haber una vida pública vibrante y satisfactoria."
Lo personal no es lo político. Lo político es el espacio que creamos en común en virtud de que lo podemos compartir con los demás en la esfera pública. Lo personal se hace político cuando la identidad como judío, como mujer, como refugiado... -una identidad que se comparte con otros- es atacada por la sociedad. Pero para transformar la identidad atacada en proyecto político, se necesita trascender las vicisitudes de la vida individual y encontrar lo común y compartible con los demás en la esfera pública.
Interés es para Arendt justo lo que está entre nosotros, lo que nos une y nos separa. La buena política no debe invadir el frágil ámbito de las relaciones y amistades, no debería forzar a los individuos a publicar los oscuros recodos del corazón humano. La conmovedora lealtad de Arendt a Heidegger, también sus lazos con sus muchos amigos, son un testimonio de su propia practica de este arte de la separación.
Como curiosidad, no nos alejamos mucho de nuestros temas preferentemente hispánicos. Al fin y al cabo Seyla Benhabib es descendiente de judíos sefardítas.
Muy buena contribución. Me agrada separar lo público-político de lo privado-vivencial. Reconociendo que nuestro yo se alimenta de las dos esferas, estoy de acuerdo en que esta separación permite el trabajo en la esfera de lo público de forma más plena y no se trata de una esquizofrenia. Creo que se trata de "orden". Supongo que la pasión que debió producirse entre ambos en una época difícil, superó el propio tiempo y el espacio creando un vínculo especial que puede no ser importante, para los contenidos que desarrollaron ambos filósofos, descifrar.
ResponderEliminarPero, volviendo al tema que nos ocupa este año, ¿se trata de cuestionar a una mujer por su condición de amante, es decir por lo privado, y nos empeñamos en mezclarlo con lo público, como si esto ensuciara o empañara su quéhacer filosófico? ¿alguien ha cuestionado la aportación de Heidegger a la filosofía por acostarse con sus alumnas, incluso judías? Nos extraña en H. Arendt por ser "judía" pero no nos extraña en Heidegger por ser "ario". No lo sé, pero puede haber algo de prejuicio. Corrígeme, Ana, si lo ves de otro modo.
Corregir corrijo los exámenes de los alumnos Amelia. Aquí intercambiamos pareceres y sé tanto como tú.
ResponderEliminarEn lo que llevo leído me parece que Arendt fue mucho más cuestionada por su libro sobre Eichmann que por este asunto. Es casi anecdótico frente a la polvareda y el enfado que produjo la "banalidad del mal" y su señalar a los consejos judíos de los países ocupados por Hitler como los colaboradores del exterminio del pueblo.
Pero por supuesto que lo que en un hombre ni se echa cuentas en una mujer no se permite, ni siquiera las mujeres lo permitimos en otra mujer. Las miradas cargadas de prejuicios que vienen de antaño no se cambian por leerse unos cuantos libros sobre feminismo filosófico. Ya es algo, pero nos queda camino que recorrer.
Como persona me convence más H. Arendt que Heidegger. La relación se mantuvo hasta la vejez por empeño de ella, más que de él. La veo más humana.
También a mí me interesa más el pensamiento de Hannah que el de Martin, pero el academicismo (no la Academia) me ha venido imponiendo el del segundo como una cruz, sin dejarme tiempo para penetrar en el de Arendt. Perdí unas oposiciones por mi resistencia a creerme la mistificación retórica de Heidegger. Tuve que trabajar la jerigonza de *Ser y Tiempo* en los cursos de doctorado...
ResponderEliminarEn fin, Amelia, la separación de la esfera pública de la privada es tan necesaria como imposible, si se me permite la fusión de incompatibles. Nihil humanum...
Añadiré algo sobre el erotismo discipular (Sócrates-Alcibíades, Abelardo-Eloísa, Heidegger-Arendt...) cuando remate el libro de Steiner que estoy devorando (Lecciones de los maestros).
Enhorabuena por tu trabajo, Ana, que me ha encantado.