martes, 16 de febrero de 2010

ADOLFO SÁNCHEZ VÁZQUEZ

El compromiso de un gran intelectual transterrado


En la sesión de Enero, dediqué mi intervención a un gran filósofo español que, además, fue un gran filósofo Mexicano: Adolfo Sánchez Vázquez.
Efectivamente, el exilio debido a la Guerra Civil española de 1936, nos privó durante decádas a los españoles de pensadores, artistas y profesionales que desarrollaron su trabajo en otras tierras de acogida. La historia de Adolfo Sánchez Vázquez está llena de fechas, de lugares, de amigos y de trabajo, pero sobre todo está llena de compromiso. Esta es la gran deuda de la historia de la filosofía española con los autores del exilio.
Hablamos, mientras algún que otro dulce nos acompañaba, de lo humano y lo divino, y para que quede constancia en el Blog, voy a recoger parte de mi ponencia junto con un video extraido de youtube del profesor.



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A) La Filosofía de Adolfo Sánchez Vázquez
No hay una manera única de calificar la obra de Adolfo Sánchez Vázquez, ensayista, traductor, crítico, poeta,... ¿con qué quedarse?
Si volvemos a tomar como referencia su historia personal, el interés por la filosofía surge con posterioridad a su formación en letras y a su encuentro con la poesía. Sin embargo, es verdad que su vocación política no podía tener otro final que hacer filosofía. Su desconocimiento del Marxismo y la rebeldía ante una lectura políticamente interesada de Marx, le harán evolucionar hacia lo que el editorial de la Revista Anthropos, en el número dedicado a este autor (nº 52, 1985), llama “una concepción científica y crítica de la filosofía y especialmente del marxismo”[1]. Su pensamiento filosófico se centrará entorno a la categoría de Praxis.
La llegada de S.V. a la Filosofía de la Praxis (utilizando el título de uno de sus libros de 1967) es claramente política. Sin embargo, su desarrollo alcanza otros órdenes o ramas de la filosofía.
Partiendo de la teoría del trabajo como esencia del hombre y de la producción material como factor determinante en el proceso histórico-social, S.V. analiza el trabajo humano en el capitalismo y denuncia que la alienación a la que se ve sometido el trabajador en este modo de producción, es también estética, puesto que el trabajo humano es una actividad creadora. El Capitalismo explica el divorcio existente entre trabajo y placer, o entre trabajo y belleza. Esta caracterización es la que determina la hostilidad por principio del capitalismo hacia el arte, que ya fue señalada por Marx. A partir de aquí, S.V. se afanará en elaborar una nueva estética marxista que tiene como núcleo, en palabras de José Luis Abellán, “no identificar el arte con la ideología”.[2]
De este estudio estético, nos lega una concepción del ser humano como “ser activo y creador, práctico, que transforma el mundo no sólo en su conciencia, sino de manera práctica y real”.[3]Lo destacable de esta concepción es que el propio autor la pone en práctica en su vida y en su obra, es decir, la “praxis reflexiva” de la que él habla no tiene ningún sentido aislada de una praxis transformadora, pero tampoco tendría efectividad una praxis transformadora-revolucionaria, que no se hubiese elevado desde la toma de conciencia del sujeto revolucionario. Esta es la principal razón del fracaso de la revolución bolchevique y de su conversión en una dictadura ideológica. “Los proletarios –dice- sólo pueden subvertir el orden económico y social que los enajena con una praxis altamente consciente y reflexiva. De ahí la necesidad de dotar al movimiento obrero de una conciencia de su misión histórica (...).” ¿A quién le corresponde esta misión “educadora”? Para S.V. la respuesta está clara: a los Intelectuales. En su concepción de la intelectualidad se mezclan praxis ética y política.
La vida misma implica “compromiso”, es decir, asumir unos principios o valores que guíen nuestra acción y en la medida que los tenemos, somos responsables de las acciones desarrolladas. En el caso del Intelectual el compromiso es doble:
· Parece obvio que el intelectual debe responder de su obra.
· Pero, igualmente, el intelectual debe responder de su vida.
No es, por lo tanto, sólo un compromiso de trabajo, es un compromiso personal, como ciudadano en la vida real. Y esto es así, primero porque “ninguna obra intelectual es inocente o neutra, en cuanto que por su contenido ideológico, por la percepción de que es objeto en la sociedad o por el uso que en esta sociedad se hace de ella, afecta a otros (...),”[4] pero más que nada por el testimonio que la propia vida arrostrará ante los que se apropien de la obra. El compromiso del intelectual debe dirigirse a “provocar efectos que contribuyan, (...), a mantener, reformar o transformar esa realidad humana y significa, también, asumir la responsabilidad de los efectos que busca el autor con su obra y su conducta en la vida real.”[5]
S.V. hace del intelectual su estandarte para defender el homo políticus de la Atenas Clásica, es más, considera que el gran ejemplo de compromiso intelectual, en el orden filosófico, fue Sócrates: “Sócrates no se conformaba con estar en la verdad o en la bondad, sino que asumía también las consecuencias sociales de estar en la verdad o en la bondad. (...)No comprometerse, no asumir la responsabilidad de sus efectos sociales, habría significado conformarse solamente con la verdad o la bondad de sus principios, pensando que como filósofo eso era lo único que podía y debía contar”[6]. Ni el filósofo, ni el científico, ni el escritor, ni el artista, ni el educador pueden replegarse al santuario de su pensamiento o de su imaginación, cortando los nexos con la vida real, con la Praxis, algo que es común hoy en día. Y no se puede alegar, según S.V., que el compromiso degrade o anule la libertad del intelectual, nada más elevado que el compromiso de denuncia del sinsentido de la Guerra Civil española que observamos en el Guernica de Picasso.

Es evidente que la historia se define por su incertidumbre, no es directamente analizable como sí puede hacerse con un objeto material, pero esto, en palabras de S.V., no da derecho a los posmodernos a renunciar al compromiso con lo que es incierto, inseguro e improbable, porque precisamente por esto, para que se produzca lo que sólo nos parece incierto, tiene que existir el compromiso. La certeza o realidad de hoy, procede de la inseguridad de ayer, de lo que sólo era una posibilidad. La intelectualidad no puede caer en la trampa de recluirse en la teoría en base a identificar lo incierto o lo inseguro con lo imposible. Ha llegado el momento de revalorizar la acción política[7], precisamente destacando su dimensión axiológica (emancipatoria) o su dimensión práctico-instrumental. La misma opción solicitaba el profesor Aranguren para la Política, en aquella fructífera Conferencia pronunciada en el Congreso de los Diputados el 4 de Febrero de 1985, y que debo el conocimiento de su existencia al pozo de sabiduría que es D. Rafael Bellón,: deben volver a unirse Ética y Política en un sustancial, pero fundamental, “inestable equilibrio”. Sin embargo, Aranguren definía un status diferente para el intelectual, en tanto que representante de la actitud ética, y para el político. Esto podía dejar la vía libre para la falta de responsabilidad, esa que implica el compromiso en la concepción del intelectual de S.V.. Pero no se alejan tanto estos autores, ambos reclaman una Ética Civil, Aranguren desde la referencia al Estado de Derecho o a la Democracia como moral (teniendo como referencia o guía Los Derechos Humanos), y S.V. en su referencia a la Democracia real (teniendo como referencia la defensa incondicional y no selectiva de los Derechos Humanos y teniendo como elemento alternativo a los partidos políticos, los movimientos sociales de los últimos tiempos).
Como apunte final, aparece en el libro Ética y política, la referencia de S.V. a El Compromiso político-intelectual de María Zambrano[8]. Como si de una línea en el tiempo se tratase me encuentro a los tres autores que han ocupado mi trabajo filosófico en La Quinta del Mochuelo en los últimos dos años. Es curioso, y oportuno, que todo venga a converger en la pensadora, como ejemplo de mujer filósofa, de exilio vital y de compromiso intelectual. Para S.V., en la figura de María Zambrano, el compromiso trasciende su carácter político, pues se trata de un compromiso moral y humano, pero siempre, un compromiso intelectual. Para no aburriros más, os remito al propio S.V. y a su conferencia sobre M. Zambrano.
Amelia Fernández



[1] Anthropos, editorial, nº 52, Barcelona, 1985, p.4
[2] José Luis Abellán, El panorama de la filosofía española actual, en Anthropos, Textos y Notas, nº 52, Barcelona, 1985, p. 26.
[3] Ibíd. , p. 26.
[4] Adolfo Sánchez Vázquez, Etica y Política, México, ed. FCE, UNAM, FF y L, 2007, p. 56
[5] Ibíd. , p. 57
[6] Ibíd., p. 58
[7] entendida como una “actividad práctica de un conjunto de individuos que se agrupan, más o menos orgánicamente, para mantener, reformar o transformar el poder vigente con vistas a conseguir en nuestra sociedad mayor cotas de libertad, igualdad y solidaridad”. Ibíd. , p.18
[8] Ibíd. ,pp. 148 y ss.


video

1 comentario:

  1. no recluirse en el santuario de las propias ideas, compromiso civil con lo que uno piensa, expresar lo que se piensa asumiendo las consecuencias. Me parece una aportación excelente, y que en el caso de los exiliados españoles no es sólo una bonita teoría. Les costó sangre y la misma vida pensar y ser ellos mismos.

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