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Depósito de ponencias, discusiones y ocurrencias de un grupo de profesores cosmopolitas en Jaén, unidos desde 2004 por el cultivo de la filosofía y la amistad, e interesados por la renovación de la educación y la tradición hispánica de pensamiento.

jueves, 11 de octubre de 2018

UN SIGLO DE ESPLENDOR

 Ana Azanza

Otro momento clave en la historia del pensamiento en la península ibérica tuvo lugar en los comienzos de la edad moderna o finales de la edad media, no es indiferente elegir una expresión u otra para referirse al siglo XVI español. Es el momento de la secularización, que significa en definitiva la pérdida de control de lo intelectual por parte de la Iglesia.
Durante la edad media poder político de la nobleza y poder religioso habían estado estrechamente imbricados uno en el otro. De las mismas familias salían los altos cargos estatales y eclesiales. En España concretamente las propiedades inmobiliarias eclesiásticas comprendían casi la mitad del territorio entre abadías, monasterios, órdenes militares, universidades, tierras. La Iglesia proporcionaba al poder la ceremonia, el rito de presentación y la majestad ante el pueblo que ayudan a su sacralización.

Al estar tan entrelazados poder eclesial y civil, la secularización supuso una revolución política que como todas se inició en la cúspide social, por una lucha de las élites entre sí. El primer lugar donde se manifestaron los enfrentamientos por el poder y la secularización fue en el papado. De todos es conocido que en el Renacimiento las riquezas acumuladas por los Papas, las deudas, las luchas por conservar su poder temporal hicieron de Roma centro de disputas. La Reforma protestante llevó las luchas fuera de Roma y las prolongó en crueles guerras de religión que durarían más de un siglo.

La victoria definitiva de un bando era imposible. Y en ese clima de enfrentamiento entre facciones religiosas el mundo católico se convirtió en centro creativo intelectualmente hablando, el conflicto estimula la creatividad. Es una constante de la historia humana. La Iglesia aún hundiéndose seguía siendo cosmopolita y eso era una ventaja respecto a las recién nacidas iglesias protestantes más locales y nacionales.

La iglesia por tanto perdió control intelectual, para los intelectuales los entrecruzamientos fueron fructíferos, las redes cosmopolitas elevaron el nivel de abstracción que sería la base de los nuevos avances filosóficos. Como había pasado en la España de Averroes y Maimónides los filósofos propusieron una religión de la razón por encima de las luchas partidistas. Pero los tiempos habían cambiado y el monopolio de la fe no lo iba a recuperar nadie. La despolitización de la Iglesia abrió un espacio interno para que los intelectuales resolvieran sus propias guerras. En esas circunstancias la filosofía salió del adormecimiento bajo medieval y se lanzó a conquistas nuevas cumbres metafísicas y epistemológicas.

España fue el primer país en reorganizar un ejército moderno con una infantería centralizada y disciplinada. En la cúspide del poder hubo una lucha por adueñarse de él entre monarquía y nobleza. Fue el primer imperio europeo que creció primero unificando los reinos de la península, después a través de las alianzas matrimoniales de los hijos de Isabel y Fernando y por último conquistando América. En Italia España se enfrentó a Francia entre 1490 y 1530 saqueando Roma de paso. Hasta 1700 España se anexionó grandes partes de Italia y la región de Nápoles que fue española de modo intermitente se convirtió en un centro de actividad intelectual con figuras como Telesio, Bruno o Campanella.

Los Habsburgo rodearon a Francia. En el norte los Países Bajos se convirtieron en un lugar de descentralización religiosa donde floreció el calvinismo. Cuando España se convirtió en el adalid de la Contrarreforma católica, Francia buscó alianzas subrepticias con los protestantes. Holanda a pesar de su calvinismo en 1600 se había convertido en hogar de todos los que huían de la excesiva ortodoxia y sus peligros, refugio para pensadores fundamentales de la modernidad como lo fue Descartes.

España tardó en adoptar el papel de líder contrarreformista. La aristocracia seguía apegada al viejo ritualismo católico y a lo largo del siglo XVI las cosas fueron cambiando, pero siempre dentro del catolicismo, sin romper con el papado y sin descentralizar el poder eclesiástico.

El primer factor de innovación fueron los jesuitas. Ignacio de Loyola su fundador había sido soldado imperial y en 1522 tras sufrir heridas de guerra recuperó prácticas religiosas tradicionales como la austeridad personal, la peregrinación, cuidado de los enfermos. Inició la transformación de la vida monástica quitando el coro, el aislamiento. Los misioneros que él iba a formar iban a serlo del imperio español. Al mismo tiempo las universidades florecían en España y Loyola se unió al entusiasmo por los estudios, sus seguidores tenían que ser la élite de los instruidos. El mismo estudió en Alcalá, Salamanca y París. En 1534 inició la Compañía que le daría fama. En 20 años logró reunir a más de 1000 y en el siglo XVII los jesuitas contaban con 600 colegios, se habían convertido en la mayor institución educativa de Europa.

Hay paralelismos entre la vida de Loyola y la Reforma protestante. Igancio y Lutero  se convirtieron/rebelaron a la vez. El nacimiento de la Compañía coincidió con la estancia y huida de París de Calvino, instalado en Ginebra tras publicar su Institución de la religión cristiana y establecer una teocracia en dicha ciudad suiza. Antirmonásticas y antirritualistas reformas, la una obediente a la autoridad papal la otra desobediente.

El hueco dejado por la desaparición del sistema educativo medieval fue aprovechado por los jesuitas. En la edad media las iglesias y monasterios daban una instrucción básica que se completaba en las universidades si uno quería convertirse en teólogo, jurista, médico. Después de 1300 aunque se crearon muchas universidades disminuyó el número de alumnos. Se convirtieron en una reunión de internados para alumnos o colegios donde se estudiaba el curriculo elemental latino. En lugar de escuelas de gramática y universidades con adolescentes y adultos jóvenes, al empezar el siglo XVI había colegios y facultades profesionales, los colegios empezaron a acoger niños.

Al crearse colegios a parte de las universidades éstas perdieron su prestigio. La Compañía aprovechó, sus colegios eran gratis y aceptaban hijos de artesanos y de clase media baja. Además del latín los seguidores de san Ignacio enseñaban la cultura más nueva: ciencia, literatura, filosofía, teología. Loyola coincidió con Ramus en París en los años 30 del siglo XVI. Ramus comenzó a enseñar una lógica reformada que comibnaba la lógica con la retórica. Se convirtió en el modelo de los libros de texto de las escuelas secundarias y el modelo se extendió por las escuelas calvinistas de Europa. Los colegios jesuitas también adoptaron una versión de los textos de Ramus, que fue lo que estudió Descartes en La Flèche.

Esa reforma educativa fijó la base para la innovación intelectual. El colegio de Roma acogió a científicos y teólogos como Clavio, Suárez, Bellarmino entre 1560 y 1620. Los jesuitas participaban así del despertar intelectual de España, hasta entonces hubo dos grandes universidades Salamanca y Valladolid, pero la faculta de filosofía nunca fue destacable. Surgieron los pensadores españoles  del siglo XVI: Las Casas, Vitoria, Soto, los creadores del derecho natural y del derecho internacional.

Estos creadores españoles eran una rama procedente de la universidad de París. Juan Luis Vives, otro humanista, fue a París a estudiar y nunca regresó, al contrario que Loyola. A mediados del siglo XVI los principales tomistas estaban en España y tiene lugar el patrón que siempre se ha repetido en la historia dando lugar a la creatividad: conflicto entre facciones interrelacionadas. Teresa de Avila y Juan de la Cruz místicos reformadores del Carmelo fueron atacados por Melchor Cano, que los consideraba antiintelectuales. Teresa tenía el apoyo de su confesor Báñez, teólogo de Salamanca. En este ambiente surgieron los dos pensadores más importantes, ambos jesuitas: Molina y Suárez.

Molina es el creador de un pensamiento que caracterizara a la Orden durante 200 años. En 1588 y en respuesta a la cuestión calvinista de la predestinación, propuso la llamada scientia media, un tipo intermedio de conocimiento entre los dos descritos por el Aquinate: la visión de Dios de las existencias concretas y el conocimiento de Dios de las posibilidades. Molina criticaba a Tomas de determinista cuando el dominico medieval aseguraba que  el hombre está físicamente predeterminado por Dios para actuar libremente. Según Molina Dios conoce los acontecimientos futuros contingentes y el libre albedrío colabora con la gracia divina. Molina se ganó los ataques de Cano y Báñez. Esta disputa teológica tenía consecuencias epistemológicas. Un siglo después será el turno de Leibniz de echar mano de la scientia media molinista para superar la rigidez del cartesianismo. Molina había creado una ética probabilística, los conocimientos son menos verdaderos cuanto más generales son, las acciones concretas en el mundo siempre implican elecciones que llevan consecuencias más o menos malas. Molina es el origen del casuísmo y la ética situacional característica de los jesuitas en siglos posteriores. Era una posición liberal frente al autoritarismo de la época propio de los protestantes y de los contrarreformistas. Ni Cruzadas ni guerras santas se justificaban, ya que ninguna convicción podía ser lo suficientemente cierta para justificar esos conflictos. De ahí seguía la critica al derecho divino de los reyes y al absolutismo de Estado.

Suárez fue el último gran escolástico español después de 3 generaciones filosóficas fructíferas en España. Realizó una gran síntesis entre dos pensamientos enemigos desde 300 años atrás: tomismo y escotismo. Suárez es otro caso de creatividad por reordenamiento del espacio de atención intelectual, cuando la escolástica está muriendo, emblema de toda una época, lo mismo que había pasado a finales del mundo antiguo cuando surgió una gran síntesis de pensamiento pagano.

Suárez dijo que la metafísica era la ciencia del ser en cuanto ser, que comprende los existentes pero también las esencias posibles caracterizadas por la no contradicción. El ser no es unívoco como había dicho Escoto sino análogo, su concepto se deriva de varios tipos de ser. Con ello Suárez estaba modelando la herencia que llegaría a los modernistas, aunque estos creyeran estar rompiendo con el pensamiento medieval.

La filosofía suareciana iba a ser central durante dos siglos en el curriculum de universidades protestantes y católicas. Por ejemplo Wolff en su Philosophia prima sive ontologia se inspira en la ontología suareciana, y es la ontología que estudiara Kant. El principio de razón suficiente gobierna la física, la necesidad no lógica, en cada caso tiene que haber una razón que justifica la existencia mejor que la inexistencia. De aquí proceden el mismo principio fundamental en Leibniz y lo sintético a priori kantiano.

Cuando Schopenhauer quiso pasar por encima de sus maestros idealistas recordó en el título de su libro este principio: La cuádruple raíz del principio de razón suficiente, haciendo referencia a Suárez. Heidegger que había pasado por un seminario católico le dió la vuelta a este principio para proclamar la ausencia de fundamento de la existencia. Todos jugaban en un terreno diseñado por Suárez.

Ni el autoritarismo fue siempre dominante en España ni la Inquisición lo explica todo. La primera oleada intelectual avanzada en España, el erasmismo, fue protegida por el cardenal Cisneros, fundador de la Universidad de Alcalá en 1509. La dotó de cátedras de lenguas antiguas y estudios bíblicos en lengua original, además de otras de teología tomista, escotista y nominalista. Salamanca hizo lo propio fundando cátedras rivales y de esa manera se superaba la tendencia bajomedieval al sectarismo en la orientación de las facultades de filosofía. Fue la base para el despliegue intelectual español de ese siglo que empezaba.

Si las universidades españolas de la edad media habían sido pocas y con pocos alumnos, desde el siglo XV se multiplicó el número de fundaciones. Hubo un total de 32 centros, Salamanca llegó a los 6000 alumnos, una cifra inaudita entonces, exceptuando los primeros tiempos de París. Habrá que esperar a la explosión de la universidad alemana en el siglo XIX para alcanzar el mismo número de estudiantes. Alcalá estuvo entre 2000 y 3000, y lo mismo Valladolid. Aproximadamente el 3% de los hombres españoles frecuentaban la universidad a finales del siglo XVI. Sólo en 1900 se alcanzarían tasas parecidas en Estados Unidos, cuando comenzaron a generalizarse los estudios superiores de forma masiva.

La facultad de artes fue desbancada por esta época y sustituida por los abundantes colegios jesuitas. Las universidades españoles recibían alumnos de teología y derecho a la búsqueda de un puesto en la Iglesia y en el Estado. La primera inflación de titulados que conoció nuestro país, puesto que no había puestos para todos. Los licenciados de Alcalá, Salamanca y Valladolid copaban la mayoría de los cargos y ejercían un monopolio total en los consejos reales y en los tribunales de justicia. Los aristócratas ricos tenían suerte, mientras los hijos de familias nobles provinciales se quedaban fuera del sistema. Esto generó una población flotante de licenciados viviendo en la penuria a la búsqueda de un patrón. Así se explica la floración de literatos y literatura del siglo de Oro empezando por el Lazarillo de Tormes y hasta Cervantes y aún más allá.

La decadencia del sistema llegó a mitad del siglo siguiente. Desde 1620 no se fundaron más universidades y hoy han proliferado como si en España no se supiera hacer otra cosa. Disminuyó el número de alumnos en las universidades principales. Con la decadencia de la base intelectual también cesó la creatividad española, la antorcha pasó a Francia en parte a través y gracias a los colegios jesuitas.

1 comentario:

José Biedma L. dijo...

Tiene razón el autor que comentas respecto de la Metafísica. Kant, su crítico más radical, lo supo, es tan aporética como inevitable la pregunta por el ser/ente. Aunque no creo que la metafísica se ocupe necesariamente de lo intocable o invisible, eso dependerá de la metafísica que adoptemos. No hay violencia en preguntar por el Ser, en hacerse la radical pregunta "qué es real", pero sí en escoger un tipo de realidad como verdadera, en detrimento de otras realidades.
En la Edad Media hubo en efecto dos grandes corrientes de pensamiento en Hispania: la neoplatónica-avicenista, a la que pertenecerá por ejemplo Virgilio de Córdoba, filósofo nigromate del XIII, y la aristotélico-averroísta, que germinará en las universidades cristianas. Lo interesante de ambas es el empeño en liberar la Filosofía del yugo de la Teología proponiendo una lectura alegórica de las Sagradas Escrituras. Hoy necesitamos un Averroes que libere la Filosofía del yugo de la Política y las Ideologías.
Por último, eso de que las Ciencias naturales no dejan lugar a la discusión... Uno de los grandes problemas del pensar románico fue, por ejemplo y respecto de la sexualidad, el que planteaba la recepción de la medicina hipocrática y de Galeno que interpretaban la actividad sexual como imprescindible para conservar la salud ('semen retentum venenum est'). ¿Cómo se compaginaba esto con la idea de la sexualidad como efecto perverso del pecado original y la castidad como summum de excelencia moral? La contradicción o aporía se resuelve en el mito y el culto a María, Madre y Virgen a la vez, pero también en el amor cortés, tan emparentado con la mística mariana.