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Depósito de ponencias, discusiones y ocurrencias de un grupo de profesores cosmopolitas en Jaén, unidos desde 2004 por el cultivo de la filosofía y la amistad, e interesados por la renovación de la educación y la tradición hispánica de pensamiento.

lunes, 6 de agosto de 2018

RETRATO ROBOT DEL RÉGIMEN PARLAMENTARIO

Lo realiza el filósofo Alain Badiou (Rabat 1937) en conversación animada con Marcel Gauchet (Poilley,Francia  1946). Viene recogido en el volumen titulado "¿Qué hacer? El capitalismo, el comunismo y el futuro de la democracia" 2016. Badiou opina en esencia que el capitalismo hace inviable la democracia por mucho que nos empeñemos, mientras que Marcel Gauchet
es de los que se empeña en que la democracia parlamentaria puede llegar a embridar el desbocado capitalismo. En esa discusión están ambos filósofos cuando Badiou realiza un retrato robot del régimen parlamentario que me ha llamado la atención por el hecho de que no está refiriéndose específicamente a España. Pero cada uno puede juzgar si el traje a medida que realiza Badiou le sienta o no le sienta a medida a nuestro régimen político español:
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"Estoy con Usted: los totalitarismos del siglo XX constituyen un hápax histórico. Ya no se reproducirán. Pero en ese caso si nos mantenemos dentro de su esquema analítico, asistiríamos a la victoria final de las democracias parlamentarias, situadas todas sin excepción en el entorno capitalista mundualizado, y presuntas encarnaciones del proyecto moderno. La democracia como régimen de la inmanencia por fin pura, la democracia como modelo que, a través de los mecanismos de la representación política, obedecería únicamente a la lógica de la autonomía. Habríamos terminado con la trascendencia con el gran Otro. (Se refiere a Dios fundamento del poder en el Antiguo Régimen). Ahora bien, en mi opinión es ahí donde aprieta el zapato. En efecto, tenemos que preguntarnos si no hay asimismo un gran Otro -distinto del gran Otro divino- que se disimula en la democracia representativa. Sostengo que ese gran Otro es el capital. El capital es la gran Otro  de la democracia, que, sometida a su dominación, la perpetúa.

Es por tanto imposible arrancar de manera definitiva a la matriz capitalista de la sociedad democrática tal como la conocemos. Pero me apresuro a agregar que esto vale para todos los tiempos y todos los lugares. La democracia está siempre ligada y sometida al capital, eso es una cuestión que el propio Marx ya había señalado y con razón. Que yo sepa,  no se podrá encontrar ningún contraejemplo histórico consistente: creo que nunca hubo democracia parlamentaria salvo en los países donde el capitalismo franqueó cierto umbral de desarrollo.

esto me lleva a decir que China terminará sin duda, algún día por descubrir, las virtudes del régimen democrático, mucho más apropiado para el desarrollo capitalista que el pesado sistema burocrático

(...Gauchet en este punto defiende el reformismo: el objetivo hoy es recuperar el control de la economía para salir del lamentable estado en que nos encontramos... Pero para usted, le dice a Badiou, los reformismos son unos infames....

¡No llegaré a tanto por más que no piense bien de ellos! Comprendo mejor su posición Gauchet, que de todos modos me parece idílica. ¿Por qué? porque la democracia, bajo su forma parlamentaria, prohibe todo cambio de magnitud. El parlamentarismo se basa en el principio de alternancia, es decir, de la atenuación necesaria de las eventuales contradicciones internas. Ese marco implica que los compomentes políticos mayoritarios acepten cederse pacíficamente el lugar, uno después de otro. Ahora bien, esto sólo es posible si no difieren de manera sustancial y, en definitiva, si suscriben el mismo modelo de sociedad y desarrollo. Siempre pensé que la construcción democrática se disponía en cuatro orientaciones posibles.

Están los dos partidos de gobierno: uno  es de "izquierda", otro de "derecha"; uno la izquierda, se define como un partico más inclinado a la redistribución que el otro, pero ésa es la única diferencia y, aún así, se trata en gran medida de una diferencia retórica, como nos lo muestra hoy  mismo la política de François Hollande, imitación insulsa de la de Nicolas Sarkozy. A continuación, relegados a los bordes, encontramos el partido portador del anticapitalismo "moderado" y sus diversos avatares, de ordinario denominados extrema izquierda, y el que adopta la ideología nacionalista e identitaria y hasta racista, el partido fascista de extrema derecha. En esta configuración de conjunto, la política parlamentaria consiste en decir que el poder estatal debe ponerse en manos de los dos partidos de gobierno que, en realidad, constituyen juntos una especie de gran centro blando e invariable.



Eso es lo que se llama el consenso democrático, una expresión que oculta una triste realidad y una flagrante impotencia: los partidos convocados al poder coinciden en unpunto, a saber que en defnitiva no se tocará el capital y se dejará que la propiedad privada devore el principio del bien público. La ley de la democracia parlamentaria es verdaderamente la neutralización de la  alteridad fuerte. Recuerdo que, ya en el momento del Frente Popular, los comunistas no fueron admitidos al poder. En 1981 Miterrand los hizo entrar en el gobierno, pero sólo porque sabía que el partido ya estaba medio muerto y que le sería fácil estrangularlo suavemente.

Siempre se vuelve a la perpetuación por parte del Gran Centro Consensual de la misma línea directriz. Cuando sobrevienen crisis económicas o políticas ,se hacen grandes promesas. Se hace creer que el capital no se cargará la sociedad devastada. Que nos reharemos, que vamos a derrotar a las finanzas erigidas en enemigo nato. El partido gubernamental en la oposición llega al poder y pregona su voluntad de encarar una reforma profunda del sistema, Pero el reformismo proclamado se traduce concretamente en ajustes irrisorios, porque en realidad los gobernantes están apurados por hacer una sola cosa: volver a someterse al culto del capital. El desenvolvimiento es recurrente,  y lo es demasiado como para ser sólo accidental o contingente. Para resumir, toda impugnación radical de la autoridad del capital para por un cuestionamiento drástico del pluralismo democrático, que no es sino el pluralismo de los matices, las pequeñas diferencias toleradas por el entorno capitalista.

Termina el capítulo con muy interesantes disquisiciones sobre qué hacer con el "enemigo" porque no es cuestión de excluirlo a priori...

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