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Depósito de ponencias, discusiones y ocurrencias de un grupo de profesores cosmopolitas en Jaén, unidos desde 2004 por el cultivo de la filosofía y la amistad, e interesados por la renovación de la educación y la tradición hispánica de pensamiento.

viernes, 27 de octubre de 2017

FILOSOFÍA Y POLITICA

El “Atlas del pensamiento universal” de Heleno Saña, barcelonés residente en Alemania, es cuando menos un osado proyecto, puesto que en menos de 300 páginas el autor se propone dar un repaso sucinto y a vista de pájaro de toda la historia de la filosofía. Empieza por no dejarse los pensadores de China, India y Persia, antes de atacar los presocráticos y el recorrido habitual hasta llegar a la posmodernidad y la teología y filosofía de la liberación.

 Resultado de imagen de ATLAS DEL PENSAMIENTO UNIVERSAL

No es un libro para especialistas, todo lo contrario, no hay tecnicismos ni vocabulario esotérico, ninguna voluntad de confundir al lector. De cada filósofo se da una muy breve noticia biográfica y unas pinceladas escogidas de su pensamiento. La mitad del libro lo dedica a los siglos XIX y XX, época en la que han abundado las propuestas filosóficas de tipo social y político, y en el que a menudo los pensadores eran también revolucionarios y agitadores de masas. Se percibe en el autor de este libro la valoración que da a los filósofos según se hayan preocupado más o menos del bienestar y bien-ser de la inmensa mayoría de la población, y en realidad observamos como lamentablemente en los últimos tiempos la filosofía ha ido perdiendo relevancia social para quedarse recluida en círculos académicos.

Hay algunas sorpresas como cuando introduce a Mao, Lenin, Trotski, menos con Gramsci, en la historia del pensamiento. Son interesantes las diferencias entre todos los que se reclamaron de Marx. También dedica varias entradas a los anarquismos de distinto signo Proudhon, Bakunin,  así como ilustres desconocidos para quien esto escribe como Peloutier y Sorel. Me ha hecho descubrir a un pensador ruso, Berdiaeff, cuyos libros tuvieron gran difusión y que denunció tanto al comunismo como al capitalismo que vende el espíritu de lucro como libertad. Piensa que la única alternativa liberadora del hombre es de orden espiritual y esa emancipación  tiene que ser universal: “mi destino tiene que ser la expresión del destino del mundo”, “la salvación sólo será concedida a aquellos que buscan la salvación de todos.”

Pero sin duda lo mejor del libro está en el capítulo final, cuando Heleno Saña concluye que hemos sustituido la filosofía por la ideología. El pensamiento emana del poder y del contra poder, no es independiente y crítico. Si filosofía y política se desentienden totalmente la una de la otra el resultado es el que vemos: nos domina la propaganda. Ya Aristóteles abolió la propuesta de su maestro Platón de que el mejor político sería el filósofo. La filosofía tiene un papel que debe ser exterior a la política, sólo la filosofía profundiza en el ser del hombre y la sociedad, evidentemente es una actividad diferente de la gestión política, pero es una actividad igualmente necesaria como guía. Puesto que lo que caracteriza al filósofo es la búsqueda desinteresada de la verdad.

Hannah Arendt se dio cuenta de la separación entre filosofía y política, y también de las equivocaciones de los intelectuales, entre ellos muchos filósofos, que no rechazaron la uniformización impuesta desde el poder en Alemania. Es muy fácil caer en la ilusión de los nuevos sofistas.

“Tenemos hoy más filósofos y políticos que nunca, pero lo que no hay es una política basada en la filosofía. En primer lugar porque la casta política no se interesa en absoluto por la Filosofía y en segundo porque la Filosofía que circula no está inspirada por el amor a la sabiduría sino que se compone esencialmente de ideología.”
“Muchas de las ideas aportadas por la Filosofía han pasado a formar parte de nuestra vida cotidiana, pero no necesariamente las mejores, sino más bien a la inversa. Y ello afecta a conceptos como libertad, democracia, ética, verdad o felicidad.” 

La Doxa triunfante desnaturaliza esas nociones básicas de la filosofía. La crisis de nuestro tiempo es profunda y afecta no sólo a las instituciones, también a la propia subjetividad e interioridad del hombre.

El consenso se extiende, hoy en España no se oye hablar más que de diálogo, sin que se sepa bien lo que ese diálogo esconde, probablemente la destrucción de la unidad de nuestro país en beneficio no se sabe muy bien de quien. Somos el país del “consenso” en el que por principio todo conato de disenso y desobediencia civil fue asfixiado en el momento clave, muerte del dictador. Hubo consenso, transacción,  no fue un “diálogo libre de dominio”.

“La teoría ha renunciado a trascender la facticidad reinante para pasar a ser parte integrante de la misma, una cosa entre las cosas. Integrado en ese proceso de cosificación la función asumida por el intelectual es la de embellecer con sus discursos la fealdad esencial del sistema.”

Duras palabras para los intelectuales acomodados las de Heleno Saña, que los califica de un elemento más del sistema como la publicidad, la telebasura o los espectáculos deportivos. Todo se mercantiliza, los antaño pensadores sobreviven en escuelas de Retórica o alimentando algún think tank.

El dominio omnímodo de la economía que caracteriza a nuestra sociedad es una desfiguración de las doctrinas ideadas por los fundadores de la disciplina. Un Adam Smith, Keynes o Galbraith no separaban la economía de la moral. En la actualidad el hombre se convierte en una pieza más del proceso productivo, el economicismo es alienante porque desde muy temprano fomenta en la persona el afán de poseer y destruye las aspiraciones más nobles y no utilitarias de la vida, en definitiva, lo que le da sentido, la llena y la hace “vivible”.

No menos pertinente que la denuncia del dominio del homo economicus resulta la crítica de la partitocracia parlamentaria disfrazada de democracia. En el fondo cada ciudadano se preocupa sobre todo del ámbito privado de su vida, dejando la política a los “profesionales”, no viene mal recordar que para los griegos virtud y politica eran una misma cosa, el testimonio más claro de un alma por encima de las demás era la participación en los asuntos que son de todos, y como subraya Savater en su Ética para Amador, el idiotés era despreciado por ocuparse sólo de sus asuntos privados.

La política es hoy “tecnología del poder”, “relaciones públicas”, carente de ideal, un ámbito en el que unos especialistas de oratoria escriben discursos y programas para encandilar a la multitud. “Los administradores de la democracia han aprendido a dar gato por liebre”.

Por no hablar de un sistema económico en el que sólo se tienen en cuenta los beneficios y nunca se hace cuestión de la miseria generada por ese mismo sistema, aumenta la pobreza en nuestros días también entre los que trabajan. Los ejecutivos y políticos que ignoran esta ley moral de una distribución más justa de la riqueza cavan su propia tumba.

Dentro de este sombrío panorama no se olvida el autor del “Atlas de filosofía” de señalar algunas pequeñas luces de gentes que se preocupan por la justicia, el deber, el amor al prójimo  y por supuesto una de esas luces está en la filosofía. Que siempre puede servir de consuelo como lo fue para Boecio, además de orientarnos en un mundo confuso e inhóspito donde abundan los charlatanes. La Filosofía es imperecedera y algo de todo esto es lo que me gustaría poder transmitir a todos los alumnos de las asignaturas que imparto.

2 comentarios:

José Biedma L. dijo...

Si no me falla la memoria, Berdiaeff es autor muy leído y comentado por Larrea. Filósofo-profeta, espiritualista, visionario, ecuménico.
El diagnóstico de Heleno (genial nombre propio) me parece demasiado pesimista. No creo que la filosofía se haya reducido a ideología, aunque seguramente es inevitable cierto solapamiento.
Como el juez, el filósofo, el educador, tienen actitudes políticas, pero la obligación de dejarlas de lado cuando juzgan y educan, que no se les vea el plumero. Porque preferimos la la justicia y la verdad al poder. Y por eso optamos como Platón por la educación, en lugar de por el cargo o la revolución.

Ana A dijo...

El plumero se nos suele ver a todos,
otra cosa es que hagamos del plumero
lo esencial del programa
y, como somos profesionales,
intentamos evitarlo.