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Depósito de ponencias, discusiones y ocurrencias de un grupo de profesores cosmopolitas en Jaén, unidos desde 2004 por el cultivo de la filosofía y la amistad, e interesados por la renovación de la educación y la tradición hispánica de pensamiento.

jueves, 24 de marzo de 2016

MAIMONIDES por ARMAND ABÉCASSIS



Armand Abécassis en esta conferencia explica la figura de Maimónides, filósofo judío nacido en Córdoba, responsable de la introducción de la filosofía en el judaísmo. ¿En qué medida hay una relación entre el judaísmo y la cultura general representada en Occidente por la filosofía? La filosofía, que no era una especialidad en la Edad Media como lo es hoy, sino el amor al saber en general, así la inventaron los griegos.


¿Podía Maimónides ser fiel al judaísmo  y participar en el paisaje cultural andaluz y luego egipcio en el que vivió? ¿Cómo combinar ser persona religiosa, y a la vez profesor de filosofía como lo fue Abécassis hasta su jubilación en Burdeos? La razón se opone en principio a los ritos religiosos, sobre eso reflexiona Maimónides.



En la actualidad no es nada fácil  leer e interpretar la Biblia, basta ver ciertas entrevistas que circulan en Internet hechas con motivo de las procesiones deSemana Santa en Sevilla.

Maimónides nació en 1134 en Córdoba, hijo de un juez famoso y descendiente de un rabino compilador de escritos talmúdicos babilónicos  y otros escritos en la actual Palestina.

¿Hubo coexistencia pacífica en el medievo andaluz?, sí, por momentos hubo una Andalucía de paz, pero existía la Djihad con temporadas de razzias y masacres de judíos y cristianos a los que se ofrecía la conversión o el exilio. Especialmente cuando aparecieron los almohades, cuyo nombre significa "conversión a la unidad de Dios", a pesar de la Djihad practicada,  la filosofía llegará al judaísmo andaluz medieval gracias a los árabes. Maimónides como todos los poetas, los médicos, los jueces judíos de entonces, escribía en árabe utilizando los caracteres hebreos, salvo su Misná Torá.

La “Guía de Perplejos” de Maimónides no gustó mucho a los rabinos, no aceptan su manera de interpretar la Escritura en ese libro, pero si aceptan y admiran su interpretación de la Misna Torá, al que se refieren tanto judíos askenazis como sefarditas.

Antes hubo otros judíos filósofos Ibn Paquda, Judá Leví (poeta) pero sobre todos ellos destaca el racionalismo sistemático de Maimónides. En Córdoba había una gran academia judía al nivel de la de los judíos de Mesopotamia. Llegados los almohades, la familia de Maimónides emigra a Fez, todavía hoy se enseña la casa en la que vivió en esta ciudad marroquí. Estudia la Torá con un gran maestro judío y de los musulmanes de Fez aprende filosofía, astronomía, matemáticas, lógica. Empieza a comentar la Misná y escribe la epístola sobre la apostasía a los judíos que se convertían para sobrevivir.

la casa de Maimónides, según la tradición, en Fez

Su maestro se ve obligado a elegir: conversión o ejecución, fue ejecutado y en 1165 Maimónides embarca a Ceuta y emigra a Fustat, el viejo Cairo, donde había 3 sinagogas importantes, ya los quaraitas leían la Torá de manera crítica. Termina el comentario de la Misná, e intenta conciliar los imperativos de la Halajá  con la razón, la razón para Maimónides era la razón como la concibió Aristóteles. Ordenó las ciencias religiosas de su tiempo.

La filosofía todavía hoy plantea problemas a los judíos muy ortodoxos, que consideran que cuando Levinas comenta el Talmud está haciendo filosofía. Abécasis dice que para esos ortodoxos no habría que usar la razón en absoluto, ser judío equivaldría a morir idiota. La pérdida de la autonomía política conlleva una pérdida del saber y de la tradición, el exilio de los judíos por las persecuciones y las disputas entre escuelas rivales, todos se declaran judíos pero hay divisiones y grandes distancias entre ellos, por un lado esas separaciones son positivas, pero hoy cada parte del pueblo judío tiene su modo de enseñar y vivir el judaísmo, es lo negativo puesto que lleva a la separación.  Maimónides reacciona a esa separación entre judíos que vivió en su tiempo.

Por eso escribe el segundo código o comentario de la Torá, la repetición de la ley, con orden y precisión para explicar a los judíos lo que tienen que hacer, la halajá, la conducta, el aspecto crítico.

Pero no basta obedecer la halajá, HAY QUE COMPRENDER, por eso escribió la Guía, quería restablecer la comprensión de la Torá, el judío tiene que saber qué está haciendo cuando practica la Ley, el mundo y sus circunstancias cambian con las generaciones, de ahí la necesidad de interpretar la Torá. La sabiduría es comprensión y el testimonio práctico.

La “Guía de perplejos”, se dirige a una persona que es religiosa, cree en la ley, es perfecto en su creencia y en sus costumbres, y ha estudiado la filosofía, pero al leer la Torá se queda perplejo por la contradicción, está confuso por sus irracionalidades. O bien Dios ha dictado la ley, lo esencial es obedecer, obedecer sin comprender la fe es grande. Cuanto más obedeces sin comprender mayor es tu fe. Pero Maimónides se da cuenta de que la razón no permite actuar así, a “ojos cerrados”, ese modo de hacer sin entender lleva a la hipocresía, puesto que la actuación exterior no corresponde al interior. Maimónides busca la unidad del hombre.

La pureza moral no consiste en buenas prácticas no entendidas, esas prácticas han de estar “rumiadas” dentro del hombre. Lo mismo se puede aplicar a la economía, la economía debe respetar el orden social, pero ese orden social no tiene que tragarse a la persona humana, la sociedad se tiene que ocupar de la persona humana, no sólo de los individuos. Puesto que el hombre no es un individuo, es una persona que no debe ser absorbida por lo colectivo.

O si el hombre religioso observa la razón rechaza la ley, sacrifica así sus raíces. No quiere ni sacrificar las raíces ni sacrificar la razón que a fin de cuentas Dios le ha dado. Es un problema que Dios plantea, es preciso que el creyente estudioso reflexione sobre él.

El perplejo se encuentra ante una doble imposibilidad: no puede leer la Torá sin la razón, ni puede filosofar como si la Revelación no existiera. De esa doble imposibilidad nace la filosofía judía. La filosofía tiene mucho que enseñarnos, piensa Maimónides. Mil años después de Filón de Alejandría, Maimónides confronta la sabiduría judía con la "sabiduría de las naciones".

En cada generación aparece el mismo problema, cada hombre, cada época habita el mundo de modo diferente, por eso el hombre religioso tiene que aprender a leer, a interpretar la Torá. El judío se instala en esa dialéctica entre la Ley y la cultura de su época.

 

No se trata de cambiar la ley, sino la relación que se tiene con la ley. Los antiguos no nos han dado las soluciones concretas para la sociedad en la que vivimos. La tensión está ahí, no se puede abolir. Hay que actualizar los significados de la Ley según la situación en la que estamos, por ejemplo, todos los antiguos rabinos hablan de Sabat y el reposo del trabajo, pero las circunstancias y modos del trabajo actual son nuevos, hay que tenerlos en cuenta. Son datos nuevos. Hay que cambiar pues la relación de la propia vida con el significado de la Ley de Sabat. Reconocer las tensiones sin abolirlas, entre la Ley y la vida cotidiana.

Maimónides enseña a leer la Torá, como si su verdadero secreto estuviera encerrado en palabras,  La palabra de la Torá no se enuncia de una sola manera sino de dos, el modo exterior, lectura literal, y el modo interior, la verdadera lectura que es alegórica. Pero la alegoría viene de la filosofía, el modo de interpretación de la Biblia rabínica es el midrash, no la alegoría. Es una innovación de Maimónides. Los estoicos hicieron lo mismo con los mitos griegos, se dieron cuenta de que los mitos encerraban alegorías que no había que tomar literalmente. Deshicieron el mito en suma. Filón quiso hacer lo mismo con la Biblia y los rabinos lo rechazaron. Filón quiso demostrar a los filósofos la sabiduría de la Torá si se leía de modo alegórico.

Hay que ir más allá de la percepción sensible para entrar en el sentido de las palabras, la palabra no es ni verdadera ni falsa. La verdad está en la combinación de palabras, Maimónides se apunta a la lógica de Aristóteles.

49 capítulos primeros de la Guía se dedican a la lexicografía de la Torá, a las palabras que son problemáticas. Por ejemplo la palabra “descender”, Gen, 46, 24 Dios descendió a Egipto con Jacob ¿UN Dios desciende? Dios no tiene cuerpo ¿qué significa que desciende? Y "Voy a descender para ver" Maimónides responde alegóricamente, también. La mano de Dios, los ojos de Dios, Dios ama, la cólera de Dios, ¿qué significan todas esas palabras?

 Maimónides sembró la polémica al decir que hay que comprender metafóricamente, aunque se usen palabras físicas: "Dios no tiene cuerpo, no tiene materialidad, es espíritu". En vez de decir "Descenderé" hay que entender "me manifestaré". La Torá no se puede tomar literalmente, hay que eliminar toda corporalidad y materialidad al leerla. Maimónides utiliza paráfrasis como en la primera traducción aramea, para evitar la materialidad. El problema es que por ese camino se puede llegar al extremo de negar toda historicidad, de rechazar los sucesos históricos de los textos, si todo hay que entenderlo según un “significado interior” de las palabras. ¿No existió Moisés? ¿los judíos no estuvieron en Egipto?

Es idolatría admitir atributos humanos a Dios, enseña Maimónides, contradice los dos primeros mandamientos. El pueblo hebreo en el Sinaí sólo pudo oír lo que se puede entender sin ser Profeta: la existencia de Dios, su unicidad, su incorporeidad. Las demás palabras las oyó sólo Moisés, él las transmitió al pueblo.

Otra cuestión suscitada por Maimónides: El hombre es un ser político, como dijo Aristóteles. El hombre es un ser con los otros inmediatamente, sólo con los demás toma conciencia de sí, no es un azar la existencia de otros. Cada uno es único, hasta el final del mundo, nunca habrá dos humanos idénticos, cada uno lleva la humanidad a su manera. Las personas únicas necesitan una guía para vivir en sociedad, no estamos para obedecer al otro ni viceversa, la sociedad tiene que fundarse en una ley exterior a la que uno y otro nos sometemos. La revelación es la ley que viene del exterior a la que hemos de obedecer, y hacen falta personas que puedan dirigir y garantizar esa ley. La ley se impone a todos por igual, viene de fuera, es la única forma de permitir la coexistencia y de evitar la violencia. Hace falta esa revelación.

En la sociedad hay la legislación, hecha a partir de la Ley en sí misma, hace falta el Legislador y hace falta el gobierno que obligue a los hombres a seguir la ley. Y la finalidad de la ley y de la legislación es la perfección del cuerpo y la perfección del alma, del conocimiento y de la voluntad.
Abécassis dice que Maimónides tiene razón porque la trascendencia de la ley fue destruida por la Ilustración y hoy la ley ya no es trascendente. El hombre tiene miedo del hombre, la ley es la proyección de las relaciones económicas, el hombre es un lobo para el hombre. La ley la dicta la sociedad, puede cambiar. Pero según la ve Maimónides la ley ética está más allá de la ley social, hay que aceptarla para vivir juntos. Cuando la razón reflexiona descubre esa ley, entonces ya no es trascendente.

Sin la razón nos volvemos locos, pero con sólo la razón no basta, porque un hombre es más que la razón, la existencia del hombre, las demás funciones del hombre. La razón incluso está limitada por la trascendencia de la ley. Para construir una casa hace falta la razón, sin ella la casa se hunde, la razón es necesaria, pero la sola razón sacrifica importantes dimensiones del hombre. Pero si estás construyendo una casa ¿eres consciente de que va a ser habitada por un ser humano? La razón no dice eso, porque la pura razón empuja a sacar el máximo provecho, pero la ley trascendente, enseña a pensar en el hombre en su completitud, en todas sus dimensiones también las no racionales. ¿Quién decide que lo irracional es falso?

Dar un sentido a la vida, el respeto a los padres por ejemplo, o la fidelidad, son leyes fundamentales de la sociedad, ¿cómo argumentarlas? En cualquier aspecto de la vida, la política, la economía, el deporte… no se debe sacrificar ninguna dimensión del hombre con la excusa de que no es racional.
El legislador tiene que tener en cuenta la circunstancia en la que vive para interpretar estos fundamentos trascendentes.

Esa ley es divina y el garante no es el sacerdote ni el político, sino el Profeta. Los demás están embarcados en determinadas instituciones, sólo el Profeta proclama la Ley orientada al bien del hombre en todas sus dimensiones. No hay que sacrificar ninguna de sus funciones. El profeta está al lado de la trascendencia de la Ley. La ley tiene la finalidad de permitir la vida en común.
¿Cómo demostrar que la libertad es superior a la igualdad?, ¿que la igualdad es superior a la seguridad?, ¿que la justicia es superior al amor o que el amor es superior a la justicia como se dice en el cristianismo? ¿por qué? Son opciones, no hay amor sin justicia, no hay justicia sin amor.

Dado que el Profeta es el que puede orientar la sociedad a la perfección total del ser humano, Maimónides piensa que el profeta tiene que ser filósofo. La sola filosofía no puede fundar la sociedad, el filósofo necesita la Ley dada por el Profeta, el Estado perfecto es el que une filosofía y política, pero el profeta recuerda al filósofo que a la razón y a la política les falta sentido si se presentan como encarnación de la Ley divina, porque nunca se podrá encarnar la ley trascendente. Vemos la diferencia con el cristianismo que pretende y defiende que Jesús es la encarnación de la Palabra divina.

Los hombres que viven en la noche y no ven ninguna luz son la masa, en esa noche están los que ven alguna luz, los filósofos, ven una luz terrestre, racional. Los Profetas han abandonado la noche y tienen la luz de la Ley. Hay un conocimiento cierto y racional, universal, filosófico, y el conocimiento que aceptamos como miembros de nuestro pueblo que, el punto de identidad sobre el que se construye la sociedad tiene que ser la Ley. La propia Ley nos manda hacer filosofía, sabiendo que nunca podremos aplicar la Ley tal cual es, porque es trascendente. Tenemos la Ley trascendente y la ley según la interpretación, hay 4 formas de hacerlo en la Edad Media, para poder encarnarla.

La razón es limitada y la Revelación está más allá de la razón, no se contradicen estas dos fuentes de conocimiento. Es un deber para el hombre religioso hacer “filosofía”, es decir, aclarar el sentido de la ley. Maimónides habla según el siglo XII en el que vivía y según el lugar en el que vivía. Abécassis traduce a la actualidad: necesitamos la verdad y necesitamos el sentido. ¿Qué hacer con la verdad? La verdad puede servir para destruir el mundo, está suficientemente demostrado en la historia reciente. El proyecto bárbaro de una lógica atroz dedujo la verdad de los campos de concentración. Por tanto no le basta al hombre conocer la verdad para resolver todos los problemas, puedo saber que absolutamente se debe mentir y miento. No tenemos la razón sólo, la voluntad saca de la razón lo que ha de hacer. La razón tiene sus leyes, me gusten o no son las que son. Pero la voluntad es otra cosa, ser buena persona, ocuparse del que me necesita, no es cuestión de razón. Decide la voluntad. No se pasa automáticamente del conocimiento del bien a la realización del bien.

La razón juega con problemas y soluciones, problemas y explicaciones. Pero el sentido, es llamada que reclama una respuesta, y la respuesta nunca es total, responde siempre de manera parcial, si no se cae en la ideología, esa ausencia de encaje total de la respuesta en la llamada relanza el problema a otro nivel. La exigencia de sentido es infinita. Es el problema del hombre, la dialéctica entre la exigencia de verdad y la exigencia de sentido. El sentido es trascendente en relación a la verdad: la filosofía busca la verdad, la revelación da el sentido. La Torá no es una Torá de verdades, Maimónides tiene razón cuando explica que la Torá da el sentido, la verdad hay que ir a buscarla en sabios y filósofos. La exigencia de sentido es mucho más fuerte que la exigencia de verdad. Puedo ayudar a quien me necesita, o a quien necesito ayudar, y para ello no es preciso ser premio nobel ni siquiera saber leer ni escribir.

Por eso la revelación trasciende la filosofía, una vez que la filosofía reconoce el límite de la trascendencia de la ley, de lo que debe ser hecho, entonces la filosofía tiene el papel de explicar cómo aplicar la ley. A esas aplicaciones se dedican los rabinos en los 63 tratados del Talmud, varias veces quemados en Occidente. Ese problema de la dialéctica entre sentido y verdad sólo ha aparecido en la filosofía europea con Kierkegaard. Hasta entonces dominó la filosofía consagrada a la verdad, la que Maimónides conoció. Si el principio de la moderna política ilustrada es que el hombre es un lobo para el hombre, el hombre tiene miedo del hombre, en la tradición judía “el hombre tiene miedo por el hombre”, teme que la aventura humana fracase, es la universalidad entendida a la manera de la Torá.

El midrás no es la alegoría. Debido a que la alegoría, por ejemplo la caverna de Platón, una vez que se ha comprendido se supera y se abandona. Pero el Midrás no es como el médico que acabada la carrera tira los libros, la Torá siempre tendrá interpretaciones, nunca terminamos de humanizar la Torá, cambiamos constantemente. El Midrás respeta la infinitud inagotable de la ley, correspondiente al cambio del ser humano. La fe es esa apertura al infinito.

El genial esfuerzo de Maimónides exigió a los rabinos enfrentarse a la filosofía. Él transformó el judaísmo en religión, la cultura se diversifica, cada país tiene su alma, su modo de ver el mundo, existe, pero la cultura por principio se enriquece con todas las demás culturas. Francia, España, el judaísmo tienen sus culturas.

El problema es la razón aplicada a un ámbito existencial, la razón trata ese objeto, analiza, reduce lo racionalizable, lo no racionalizable lo rechaza. La razón funciona de manera dogmática, hay que darle el primer paso a la razón, el postulado y de ahí la razón funciona con su fuerza extraordinaria, deduce toda una ciencia. Todos los filósofos medievales al querer expresar las verdades de la Biblia a partir de la razón transforman el judaísmo y el cristianismo en dogma, en teología, en misterio. Pero al menos en el judaísmo propiamente dicho no hay dogmas, cuando un judío decide seguir la ley y respetar a los padres, no hay dogma ninguno en seguir el decálogo. Se trata de dar un sentido a la conducta dejando de hacer fechorías y ocupándome de la viuda, del pobre, del extranjero, es una decisión de la voluntad adherir a esa fe. Es el mundo del sentido, el sentido que podemos dar a nuestra existencia.

Con la razón se transforma la Biblia en religión. Por eso dice Abécassis, que el judaísmo es un pueblo como otros, con su cultura y su historia. No quiere que desaparezca su pueblo como tampoco que desaparezca Francia o España. La fe judía es fe en el hombre, sin la ley no puede hacer nada.
Maimónides acaba diciendo que lo mejor que podemos decir de Dios es lo que no es, así luchamos contra la idolatría, pero si Dios no es una serie de cosas, tampoco debe serlo el judío. Dios deja un espacio para que el yo pueda existir, empuja al hombre ante su responsabilidad ante la ley. El problema es que la ley es absoluta y necesita interpretaciones para poder vivirla.

El cristianismo se diferencia en que sí existe la Palabra divina encarnada, aunque habría que averiguar si Jesús dijo de sí mismo que era la Palabra o se trata de una afirmación de la teología medieval y conciliar.

2 comentarios:

José Biedma L. dijo...

Muy interesante esa dialéctica,tan vieja como la civilización, entre la verdad racional y el "sentido profético", aunque yo preferiría llamar a este último "saber narrativo" o "sabiduría de los cuentos", que son los que nos hablan alegóricamente del bien y del mal, del principio y del fin.
En esto soy orteguiano, ni racionalismo ni irracionalismo, porque "la razón es sólo una forma y función de la vida" entre varias formas y funciones, y quizá ni siquiera sea la más importante ni valiosa. Pero el irracionalismo, el salto al vacío de una fe literalista, integrista, abandonando la razón, es como abdicar de la condición humana, o reducir la existencia al absurdo.
Creo sinceramente que es posible una fe (una apuesta por la inteligencia integral del universo y por la esperanza) sin dogmas. Pero una fe así, congenial con la duda, más que agonista, no es fácil para todos, tampoco para mí.

Ana A dijo...

A mí lo que me ha iluminado de esta charla es su explicación y diferencia de SENTIDO y VERDAD, y su explicación de los dogmas nacen cuando se aplica la razón, cuando se racionaliza lo que debería de quedar en el ámbito del SENTIDO, que es infinito por definición, mientras que la razón es limitada y cuadricula y de ahí el dogma y no digamos el uso político del dogma para atizar al vecino con él....es la utilidad del dogma. Paradójicamente los medievales tan religiosos como eran racionalizaron en exceso sus respectivas fes, ese fue el fallo, si es que hubo fallo, que yo creo que sí lo hubo.