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Depósito de ponencias, discusiones y ocurrencias de un grupo de profesores cosmopolitas en Jaén, unidos desde 2004 por el cultivo de la filosofía y la amistad, e interesados por la renovación de la educación y la tradición hispánica de pensamiento.

miércoles, 7 de marzo de 2012

"La gallina ciega" de Max Aub y los intelectuales

Autora Ana Azanza


Me he encontrado con Max Aub. No le hemos dedicado espacio en el Mochuelo dado que no es filósofo sino dramaturgo, ensayista, poeta. De padre alemán y madre francesa, nació en París (1903) pero debido a la guerra mundial, su familia, de origen judío, se trasladó a Valencia cuando él era un adolescente. Nacionalizado español y sintiéndose del "país donde cursó el bachillerato", el acento francés que le acompañó toda su vida le supuso un pequeño estigma.
Max Aub 1903-1972

 Entre otros autores ha sido Antonio Muñoz Molina, escritor ubetense, el que me ha llevado a Max Aub. Hay un juego literario entre ellos dos que no pienso desvelar. Para descubrirlo, a lo mejor Rafa ya lo conoce, hay que buscar y leer el discurso de entrada en la Real Academia de la lengua que leyó Muñoz Molina en 1996.

Después de 30 años de exilio mejicano, Max Aub regresó por vez primera a España en 1969, cuando florecía el escándalo Matesa, del que ya nadie se acuerda. Venía para recoger información, le habían encargado un libro sobre Buñuel, el director de cine. De resultas de aquellos dos meses de viaje por la España del "desarrollo" y del turismo escribió sus diarios: "La gallina ciega". Este libro no se pudo editar en España entonces y es una visión descarnada y demoledora de la sociedad y cultura oficiales. No pienso que los estragos hechos en la educación, la cultura, la intelectualidad, la civilización, el nivel moral de nuestro país se puedan quitar de la noche a la mañana, porque un buen día el dictador murió y al día siguiente Juan Carlos fue proclamado rey "abriéndose un período constitucional".

Me ha impresionado hondamente su visión de una España desmoralizada, donde se confunde la inteligencia con la ramplonería y el "sálvese quien pueda". Un país en el que quien más quien menos busca acomodo en el sistema, la otra opción para muchos fue irse a enseñar literatura hispanoamericana en las universidades estadounidenses. Esta obra complementa la visión humorística que Andrés Sopeña dio sobre la educación nacionalcatólica en "El florido pensil" y que tanto nos divirtió en la puesta en escena que hizo nuestro compañero Marcos Serrano en Linares. Pensándolo bien lo del "Florido pensil" no es tan lejano, todo español que tenga más de cincuenta años ha pasado por los problemas de andarines, "seselanocandeal", los "pobres probos", la labor "espiritualizadora" de España desde los tiempos de los fenicios y demás esperpentos surrealistas de la educación de entonces. El humor es la mejor medicina ante las miserias y desastres patrios. Sólo con la lucidez del retrato de España que es "La gallina ciega" nos hundiríamos en la depresión.

No sabría qué escoger ni qué resumen hacer de todas las pinceladas que da Max Aub en las casi cuatrocientas páginas de su diario. El mejor ejercicio es leerlo uno mismo. De paso se verá que en este viaje que hizo Aub por la península ibérica fue mucho cuestión de gastronomía: el papel que morcillas, chorizos, jamones, mejillones picantes, bares, bares, bares, bares juegan en nuestra idiosincrasia no se puede pasar por alto. Todo hay que decirlo, Max Aub concluyó que en el Madrid de 1969 ya no había tasca en la que tomarse un cocido o unos callos como los de antes de la guerra.

He seleccionado una cena elegante, en casa de un tal Xavier, con académicos como comensales. Algunos de ellos sí  nos resultan conocidos.

"Cena en casa de Xavier. Cuatro académicos endilgan horrores del pueblo español; maravillas del cielo y de su suelo. Lo demás, asqueroso; como si ellos no formaran parte de él, o no hubiesen contribuido a moldearlo tal y como se ve. Chistes, chistes. Los mismos más o menos que al mediodía, pero estos -quieras que no- aristócratas de la oposición, refugiados del 36 en embajadas o en Falange se desfogan ahora contra los regentes y el pueblo de los que son tan responsables como los que medran a costa de la conformidad de los más.

Puntuales; tal vez porque los anfitriones han estado tantos años en Inglaterra; la cena formal en estos casos: los vinos de buen año. Unicamente me sorprenden la disposición de la mesa, me sientan en el lugar menos destacado cuando hace relativamente poco en Londres, en situación parecida tenía, tal vez como animal extraño, derecho a la derecha de la señora de la casa. Ha pasado tiempo, saben más de mí que los demás y el "que dirán", aún en condicional, puede revolotear entre los Rosales y los Lucas de la familia y llegar a más altos lugares. Además lo que importa son los chistes y los chismes. Cualquier cosa menos hablar en serio.

Frente a mí, Claudio de la Torre, tan resignado sin parecerlo. Tan atento, tan fino, tan bueno. ¿Qué puede hacer? ¿Qué actitud tomar? Tan bien educado ayer como ahora, callado. El, a quien nadie perseguía, y que tuvo que refugiarse en una embajada y pasar allí toda la guerra, por su familia política. De todos modos, de los menos hechos para los tiempos que nos tocaron. Calla, o dice que no sabe, que no se acuerda. Con el corazón tan excelentes como sus maneras tampoco está hecho para "lo otro". Hombre de paz y de fiar, ¿qué pensará de este mundo en el que le ha tocado moverse? Tal vez no se atreva a decírselo ni a sí mismo.

Este elegante Laín que toma café con tanta distinción, sonriente, el que llama a los egregios del siglo XVIII "los miméticos ilustrados españole", deja continuamente transparentar, con todo y su admiración por los componentes de la generación del 98, su educación católica y falangista, a pesar de los desengaños. Algo falla y chirría en esa generación de los arrepentidos. Tal vez su fracaso -su doble fracaso- que los pilla como arena tirada en un engranaje. No acaban de funcionar cabalmente.  Herederos de los "servidores de la República" no sirven a nadie y para nada: para tapar un hueco, un eco que todavía corre a lo largo del Manzanares.  Políticamente, ante todo, les falta clientela, duermen sobre sus laureles impresos, pasan mala noche y paren hijas.

Nadie me pregunta por nadie. Nadie manifiesta el menor interés por verme otro día, por preguntarme acerca de lo que sea. Les tiene sin cuidado. Esperaba algunas preguntas referentes al residuo de españoles emigrados, sus hijos o México. Ni una palabra. No contamos. Lo sabía pero a tal punto elevado el desinterés por estos que casi tienen mi edad.... Y es parte de la nata de la oposición: sólo les importan los tejemanejes parderiles.
Ni Claudio siquiera nos dice: -Nos tenemos que ver. O -tenemos que hablar.
No, sino:
-Tanto gusto.
-Tanto gusto.
Bajando en el ascensor y en el zaguán, todavía, algún chiste. Ninguno se ofrece siquiera a acompañarnos al hotel y hacer más íntima la charla durante un cuarto de hora.

Y no puedo decir "con su pan se lo coman". Me duele su inconsciencia, su alegría, sus tragaderas, su manga ancha, su conformidad. Todo les tiene sin cuidado, acomodados. Seguramente -¡tan inteligentes!- tienen sus razones y razón. Mirarse en el espejo y no verse. Ni Claudio siquiera.... "

Esto en cuanto a la cena con los académicos. Sigue luego una conversación en la que se hace una pintura despiadada de las diferentes actitudes de los intelectuales que en España quedaron, distinguiendo muy bien quién es un intelectual de quien no lo es, y que se "puede esperar" del que a sí mismo se tiene por tal:





"....me cité con A, en el café Gijón (....) Le cuento la cena.

-Vamos por partes. Hablemos de los traidores. Es un asunto tengo bien estudiado. No es tan fácil; ni hay que fiarse de los diccionarios. ¿Es traidor un hombre machacado, día tras día, en una celda, arrancadas las uñas, o metidos unos palillos entre ellas y su carne, retorcidas las partes, colgado de pies o las muñecas, de los dedos gordos, sin dormir días, días y noches y que acaba diciendo lo que sabe? ¿Es traidor el que calla dejando que violen a su mujer? ¿Es traidor el que habla porque van a matar a su hijo?
Hay traidores y traidores. Traidor, el que lleva a cabo su acto porque cree servir al que va triunfar. No hablo del profesional, del que cobra por cumplir su oficio: un trabajo como cualquier otro: tal vez no muy lucido, ni para andar de aquí para allá con la cabeza muy alta y que, a veces, juega malas pasadas. Tampoco un espía de verdad es un traidor porque además se juega la vida y el traidor, generalmente, ejerce su oficio para salvarla. Traidor, algún conocidísimo nuestro que cobra como profesor en Madrid y catedrático en México; allí lame los zancajos del Rector y aquí juega con los nietos de Franco. Traidor, algún otro, amigo de músicas, que se dedica allá a halagar al régimen que combatió con otras músicas y que varía, ahora, por otras más de su gusto.
-En un compositor, las variaciones...
-Los policías, los soplones, los inventores de mentiras, los que viven de trampas, falsean el peso, tienen dos caras, cubren su corazón con malicia, serán engañadores, monederos falsos, fisgones, pero no traidores. La realidad es corta, los traidores -para nosotros- son de nuestra edad o de nuestros hijos. Cuando Baroja exclama: "¡qué mal hemos quedado los del 98!" no se tiene por traidor. No, no lo es. Ni Azorín, ni Maeztu, ni Unamuno, ni Manuel Machado. La edad ha hecho lo suyo. Piensan de manera distinta a la de sus años mozos pero no para su provecho. Fueron así. Su evolución normal: de anarquistas a callados. Ortega murió esperando no se sabe qué, mientras Pérez de Ayala se dejó vencer por la familia. Pero ya visto que Canedo, Moreno Villa o Juan Ramón y los de nuestra generación cumplieron como buenos, con contadísimas excepciones. Siempre dejo aparte los que eran falangistas antes del 36. O murieron bien o se aguantaron en la cárcel o los desterraron condecorados si estaban en otro lugar. Que Eugenio Montes fuera republicano el 30 no quiere decir que lo siguiera siendo el 36. Catolicón fue siempre Gerardo. Ni modo. A los que no perdono es a esos cabroncillos -que no nombro- que estuvieron de boquilla con nosotros para volver la casaca en seguida que nos vieron perdidos.

Si no fuesen intelectuales lo mismo daría.
Lo han hecho miles y con su pan y el de los demás se lo coman: pero, lo repetiré hasta morir, para mí un intelectual es una persona para quien los problemas políticos son problemas morales: no por ser arquitecto, ingeniero, o periodista va uno a ser intelectual si así es su manera de ganarse la vida. Ahora bien, que una persona que tiene una idea de cómo debe organizarse decorosamente el mundo, pase al servicio de sus contrarios porque así supone que se puede beneficiar materialmente, me parece peor que despreciable, son viles, son asquerosos, son cobardes, son alevosos...
-Calma.
-No pido héroes -lejos de mí esa funesta manera de figurarme el mundo- pero entonces, que permanezcan aparte. Conste, por ejemplo, que no tengo ningún aprecio por la obra de Marías pero, como persona me parece respetable; lo que no puedo decir de tantos otros que conocemos. Nada tuve ni tengo contra Ledesma ramos, Giménez Caballero, Luys Santamarina o Xavier de Salas -hablo de mis amigos- camisas viejas fueron fieles. "

Todavía hay otra categoría por debajo de los traidores: los hdp que no traicionan, delatan, que no es ni mucho menos lo mismo. Y lo suelen hacer por gusto de fastidiar al prójimo, más si el prójimo es persona del aprecio ajeno.

Merece atención las páginas que Aub dedica a su encuentro con Dámaso Alonso, al que aprecia como amigo y que le facilitó diversas gestiones en Madrid y Valencia. Otro tanto para el elogio de Américo Castro, exiliado en principio que había regresado a España y vivía oculto, en su casa, desconocida su obra y sin despertar el interés de nadie en Madrid. Don Américo que tan a pecho se había tomado la investigación sobre el pensamiento de Cervantes, el ser de España, el papel de las castas en la sociedad hispánica.... no interesaba. Los españoles cultos de entonces estaban más que satisfechos con su libertad vigilada, conformes con el desarrollo que había experimentado el país y con los millones de turistas que habían empezado a invadir las playas. Además había quien justificaba que los dictadores son los que hacen la historia, los que quedan en los anales y los que son recordados.

Recoge Aub la carta que le escribe un obrero español desde Inglaterra, la ortografía es la original, y selecciono los párrafos sobre "el papel del intelectual":

"Querido señor Aub.
Le deseo salud Recibí su carta, y me produjo una satisfacción casi infantil. Se lo agradesco, aunque se lo agradesco más, por la obra que deja escrita, y se lo agradesco, primero como hombre y después como español. (....)
No sé la impresión que le habrá causado España después de tantos años, pero casi me atrevería a decir que ha experimentado Ud. la tristeza de no poder ya vivir en ella, y digo la tristeza, porque he notado que ama Ud. a España, o meojr dicho, Ud. amaba otra España, una España aunque violenta, inquieta, desorientada hasta peligrosa, si me permite expresarlo así, era una España que despedía fulgores de violenta espiritualidad, había fulgores de renovación de progreso, y de noble y bella aventura.(....)

A lo largo, a lo larguísimo de esos años que he vivido en España, he podido ver, la bajeza de los hombres en todas sus formas posibles. Y al hablar de bajeza no me refiero a esa pobre que existe en los que formamos mi mundo, el de los trabajadores, me refiero a los que se educan y cultivan en Universidades, a los que residen en las alturas del pensamiento intelectual.
Yo sé bien que vivir entre trabajadores es duro, por su indiferencia de las cosas, y por su superficialidad, por sus pequeñas mezquindades y ambiciones, pero también es cierto que esa inmensa masa de los mediocres, que formamos en el mundo de los obreros, somos también los que empujamos ese pesado carro de la civilización, y nunca se nos tuvo en cuenta para nada; si acaso para hacer la guerra, para escribir la historia, una historia en la que tampoco contamos nada(....)

Franco mañana lo meterán en la historia, y hasta dirán que fue un bendito.
Me dice Ud.  que su paso por España ha removido un poco las aguas y ya son una docena de libros publicados, pues esto me alegra mucho, pero siento no ser muy optimista por lo que a su teatro se refiere. Aunque últimamente se empiezan a oír algunas voces un poco más fuertes de lo normal, no hay que olvidar que el fascismo también se renueba, para poder seguir sin su ídolo, y hasta le darán un nombre nuevo, que puede ser Opus Dei o "Santificación de los Monstruos", cualquiera sabe. Las generaciones es poco tiempo, teniendo en cuenta que el fascismo pudo llevar a cabo su obra en España -gracias a todos, incluyendo la gran Patria de los trabajadores-  y su obra consistió en aniquilar el espíritu, en mutilar lo que de más noble tiene el ser humano, la inteligencia, y curarse de esas enfermedades requiere tiempo, pero confío en que las cruces brotarán aunque estén clavadas al revés.

Nunca he podido concebir, como todos los llamados "intelectuales" en España hayan cantado durante 30 años la misma canción sin sentir repugnancia de ellos mismos,  por que en verdad, señor Max Aub cuando la casi generalidad de una sociedad actúa de forma tan cobarde y tan mezquina, sin sentir asco de ellos mismos, da hasta miedo y escalofrío.

Su obra como ejemplo de primera magnitud, durante 30 años no se ha estrenado en España ni una sola obra de teatro, teniendo en cuenta que su obra es conocida solo en centros Universitarios y círculos intelectuales, precisamente los que tienen la misión de hacer conocer, de empujar a la luz todo lo que es injusto que muera en la oscuridad, y en el silencio. (...) Claro que podríamos ponernos a considerar -que es siempre lo más cómodo. que su teatro es comprometedor; pero entonces, ¿qué es un verdadero intelectual? ¿el que no compromete nada que no esté en contra de su barriga? ¿o el que lo compromete todo en favor de su conciencia y de la desinfectación de su espíritu?

(...) Para cerrar esta carta quiero decirle, que al leer sus libros senti la clara impresión de que estaba leyendo a un Hombre con decencia y dignidad, eso por encima del estilo y de las formas más bellas.
Todos los españoles que tengan un poco de dignidad, deben y deberán, mañana, agradecerle el haber dejado escrito el mejor testimonio de una trajedia, que si hubiese acabado bien, no tendría la misma importancia, pero al no haber sido asi, en su obra podrían encontrar la verdad más clara y más decente de todas las escritas, y también, muchas profundas sugerencias para prevenirse de lo que en un día puede ser, el caeer en los mismos errores y pecados, lode pecados para los ortodoxos de toda laya(...)

La primera representación de la obra "San Juan", tragedia de un barco cargado de exiliados a los que nadie quiere acoger, se hizo en España en 1998, en Valencia. No es una obra fácil de representar, consta de 40 personajes sin contar los acompañantes. Reyes Mate ha desgranado lo esencial del "San Juan" en su escrito "Max Aub entre la diáspora y el exilio". San Juan es una tragedia muy especial en la que se puede burlar el destino. Se puede escapar del mal. Siempre se puede hacer algo, sea donde sea. Porque siempre se puede hacer más  y no se hace es por lo que aparece la crítica moral.

Al final de los diarios Max Aub se pregunta ¿qué es hoy España? es la gallina ciega, que ni ve, ni sabe, ni quiere saber donde está. Ni se pregunta, sigue en "lejos de nosotros la funesta manía de pensar".

"¿Qué es hoy España?
Lo que fue no lo sabremos a pesar de los documentos, que ni están todos los que fueron ni dicen tampoco la verdad. Ahora sin que nos oiga nadie me puedo preguntar lo que me ha parecido hoy España...No tomo partido no quiero tomarlo. Vi. Digo. Acepto naturalmente que los españoles no estén de acuerdo con mi modo de haber calibrado la realidad. Acepto cualquier parecer de buena fe y me duele -no España, como a don Miguel- sino el miedo en el que la mayoría vive inmersa sin darse cuenta o sabiéndolo. ¿Miedo a qué? ¿A la policía? Sólo en ínfima parte. Miedo a no saber lo que son. Pavor del anónimo y ese orgullo que les sale por todos los poros. Quedan las piedras, los paisajes, los cuadros, la poesía -y el comer, más que el beber, a más no poder- y una minoría para contraste y unos viejos que recuerdan su juventud sin que pueda saberse si se engañan o no.
En España, los sinvergüenzas, los católicos de verdad y los imbéciles, viven como Dios. Añádanse los que no quieren saber nada de nada y claro está. los turistas que encuentran lo que buscan al precio deseado...."


2 comentarios:

Ana A dijo...

otempora
7 mar

Me han parecido fantásticas tus reflexiones sobre Aub y la selección de
textos del autor para ilustrar su papel de "extranjero" respecto a
nuestra cultura. También es muy meritorio en ti el hecho de buscar,
fuera de la nómina oficial de filósofos, a otros pensadores
brillantes. La ya heterodoxa historia
de la filosofía española luciría mejor con estos lucidísimos
outsiders incluídos oficialmente en sus listas.

José Biedma L. dijo...

Cuatro teológicos aforismos de Max Aub para adornar la entrada con colofón:
1. "No se puede creer en Dios sin haber dudado de él. Sin desesperar. Quien tiene plena seguridad de la existencia de Dios, no cree en Dios"
2. "Todos los que hacen algo es porque les sale de adentro y creen en Dios". [Lo podría haber suscrito G. Steiner].
3. "¡Qué terrible sería que Dios existiera para los que creen en él! Para nosotros, los ateos, no tiene mayor importancia. Si es, no tenemos culpa de no creer en él. La culpa, de los creyentes que, estando en el secreto, en posesión de la verdad, no ajustan su vida a su ley".
4. "¡Tanto gallear de indiferencia hacia la posteridad y no pensar en otra cosa! El deseo de inmortalidad, ¿es ofensa a Dios?" [Tal parece desprenderse de algunas interpretaciones del Génesis].
Max Aub. *Aforismos en el laberinto*, con prólogo de J. A. Marina, ed. de Javier Quiñones. Edhasa, Barcelona, 2003.