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Depósito de ponencias, discusiones y ocurrencias de un grupo de profesores cosmopolitas en Jaén, unidos desde 2004 por el cultivo de la filosofía y la amistad, e interesados por la renovación de la educación y la tradición hispánica de pensamiento.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Perseo y la Diosa Blanca

Un mito es un organismo de imágenes cálidamente coloreadas -escribe Ignacio Gómez de Liaño en La mentira social (tecnos, 1989). Al contrario que la utopía, que es una composición intelectual hecha de instituciones imaginarias, el mito es algo global y esencialmente no racional, algo vital, casi-biológico. Muchas utopías se han valido de mitos para influir en la dinámica social, pues son los mitos los que sugestionan y conmueven la voluntad de los actores sociales. Los mitos protegen a las utopías, las ponen en marcha, para bien y para mal, en su efecto propulsor o destructor.

Siguiendo a George Sorel (Reflexiones sobre la violencia, Madrid, 1976), Gómez de Liaño indica que por más que se hable de rebeliones, no se provocará por ello el menor movimiento revolucionario, a menos que haya mitos aceptados por las masas... Para que un sentimiento se convierta en asentimiento y creencia, necesita el cuerpo de una imagen o, mucho mejor, el organismo imaginativo completo de un mito. Mi amiga Oliva Blanco Corujo, autora de La polémica feminista en la España ilustrada (Almud, 2010) lo sabe, y es perfectamente legítimo referirse, no sólo a la figura histórica de Aspasia, Diotima, Hipatia u Oliva Sabuco, sino también a los mitos feministas que pueden proteger la utopía política de la igualdad de género, como mecanismos de acción pedagógica y social. Con los mitos -escribe Gómez de Liaño- el ser humano da un aspecto de realidad a las esperanzas de acción inmediata (cfr. cap. VIII op. cit.).

La interpretación del mito es útil, conveniente, pero nunca agota su fertilidad simbólica. Estas cosas, que no sucedieron -escribía Salustio-, son para siempre.

Estos días he estado dándole vueltas al mito de Perseo, sobre el que nos trajo la exposición de trabajos pictóricos y escultóricos de Gaspar Becerra, que tuvimos la suerte de disfrutar en Baeza, y a la descripción que nos ofreció nuestra colega Amelia. Primero iba a escribir un comentario, agradeciéndole su labor y matizando alguna cosa, luego la cosa se ha ido liando, y al final he producido esta entrada...

Buscando interpretaciones verosímiles de lo inverosímil, es obligatoria la escala en la monumental obra Los mitos griegos (1955), de Robert Graves.

Para el gran poeta británico, tan asociado al paisaje mediterráneo de las Baleares, verdadero connaisseur de las viejas historias mediterráneas, creador o recreador él mismo del mito de la Diosa Blanca, el mito de Acrisio y Preto, los dos gemelos que sufren ya de celos y se disputan la preferencia en el útero materno, registra la fundación de un reino doble argivo, que se confunde con una visión más antigua de cómo el brillante espíritu del Año Creciente y su mellizo heredero, el oscuro espíritu del Año Menguante mantinen una rivalidad constante.

Dos de esos pares de mellizos competidores aparecen en el Génesis bíblico: Esaú y Jacob, Fares y Zara. En el mito palestino de Mot y Aleyn los mellizos pelean por una mujer, como Acrisio y Preto; también en el mito celta de Gwyn y Gwythur, los mellizos se desafían cada Víspera de Mayo hasta el final del mundo, por la mano de Creiddyland, hija de Llyr (la Cordelia, hija del rey Lear). Para Graves, esta mujer representa, en cada caso, a una sacerdotisa de la Luna, y por eso el casamiento con ella es el que confiere dignidad real.

El poeta relaciona el mito de Dánae, Perseo y el arca con el de Isis, Osiris, Set y el niño Horus. De hecho, en la versión más antigua del mito, Preto es el padre de Perseo, el argivo Osiris. Dánae es su hermana-esposa, Isis; Perseo, el niño Horus; y Acrisio el celoso Set que mató a su mellizo Osiris y es objeto de la venganza de Horus. El arca es la embarcación de madera de acacia en que Isis y Horus recorren el delta del Nilo en busca del cadáver de Osiris.

Dánae, presa en el calabozo de bronce, donde da a luz a Perseo, es el tema de una familiar ilustración gráfica de Año Nuevo. Para Graves, la fecundación de Dánae por Zeus con una lluvia de oro tiene que referirse al casamiento ritual del Sol y la Luna, del que nacía el rey del Año Nuevo, aunque también pude interpretarse como una alegoría pastoral: "el agua es oro" para un pastor griego y Zeus envía chubascos a la Tierra-Dánae que regeneran los pastos.

Los mitos de Perseo, liberador de Andrómeda, y Belerefonte, el héroe que mata a la monstruosa Quimera montado en Pegaso (el caballo alado nacido del cuerpo decapitado de Medusa), están íntimamente relacionados.

Probablemente ambas hazañas se refieren a la usurpación por invasores helenos de los poderes de la diosa Luna, y aparecen unidas en una ánfora beocia arcaica que representa a una yegua con cabeza de gorgona. Esta yegua es la diosa Luna, cuyo símbolo calendario era la Quimera. La cabeza de la gorgona es una máscara profiláctica que se ponían las sacerdotisas para ahuyentar a los no iniciados y de las que las despojaron los helenos.

Puede que todo esto refiera a la conquista argiva de Libia, la supresión allí del sistema matriarcal y la violación de los misterios de la diosa Neith.

La fábula de Andrómeda es de origen oriental, palestina o siria, tal vez. Perseo sustituye aquí al dios Sol-Marduk o a su predecesor Bel, montado en su caballo blanco y matando al monstruo marino Tiamat. En la mitología hebrea Jehovah (Marduk) despedaza a Rahab: el Mar.

Andrómeda, enjoyada y desnuda, encadenada a una roca, es Afrodita, o Ishtar, o Astarté, "la lasciva", la diosa del Mar, "gobernante de hombres".

Y aquí se cierra un curioso círculo, porque cerca del museo donde estaban las ilustraciones de Gaspar Becerra, todavía se puede contemplar en una famosa fuente de Baeza una figura que, según dicen, representa a la diosa fenicia Astarté, a la que luego hicieron Virgen María, claro. Lo cierto es que Astarté, diosa del Mar, tenía templos a todo lo largo de la costa palestina, y en Troya era Hesíone, "Reina de Asia", a la que Hércules salvó de otro monstruo marino.

Una colonia griega en Quemis, hacia el segundo milenio a. C. identificaba a Perseo con el dios Chem, cuyo jeroglífico era un pájaro alado y un disco solar; y Herodoto hace hincapié en la relación entre Dánae, la madre de Perseo, y la invasión libia de Argos por los dánaos.

En el capítulo 13 de La Diosa Blanca, Robert Graves postula que muchos elementos de cuento de hadas de la fábula de Perseo (el yelmo que confiere invisibilidad, el diente de las Grayas, la hoz diamantina, las sandalias aladas, el zurrón mágico) son interpretaciones erróneas de una ilustración del dios Hermes, quien también recibe un ojo mágico que le entregan las Tres Parcas, ojo que simboliza el don de la percepción, que permite a Hermes dominar el alfabeto de árboles que ellas han inventado. Gracias a sus sandalias maravillosas, Hermes vuela hacia Tartesos, donde las Gorgonas tienen un bosquecillo sagrado, escoltado y no perseguido por una tríada de diosas que llevan máscaras de gorgona.

No es casual que Hermes, benefactor junto con Atenea de Perseo, como mensajero de la Muerte, también haya merecido el título de Pterseus: "el destructor".
 
Ilustro la entrada con una tinta que tiene cierto valor sentimental para mi memoria, creo que se trata de la réplica de un dibujo de Dalí, que hice en San Clemente de Sasebas, en el despacho de la séptima compañía del Campamento de Instrucción de Reclutas, CIR nº 9, en el despacho del capitán, a donde Fernando Poveda (RIP), a la sazón teniente de la Séptima, también él pintor de cielos ampurdaneses, me dejaba pintar solo, rodeado de mantis... El cuadro de Dalí debió de impresionarme en su museo de Figueras. Este dibujo ilustró, aun monocromo, un ensayo que publiqué en la revista etnológica El Toro de Caña (Diputación de Jaén), que no sé si todavía existe, en su número 10. Y era en realidad el borrador de un gran mural que presenté en una exposición que organizamos en el campamento militar, con Peña Albizu, el cabo Lendín, y otros reclutas y soldados que le daban vida a la tinta, la acuarela o el pastel... Las obras desaparecieron misteriosamente después de aquella exposición...
 
La primera ilustración es una foto de una foto de un dibujo de Gaspar Becerra de los dos benefactores de Perseo: Hermes y Atenea, o Mercurio y Minerva, en su versión latina... Por fin, tenemos la pintura de Perseo alejándose de espaldas con la cabeza de Medusa, que incluirá Atenea en su égida, y en primer plano a Pegaso que surge del cadáver de Medusa, completamente formado junto con el guerrero Crisaor, que sujetaba una cimitarra de oro... Pero eso es ya otra historia.

4 comentarios:

Ana A dijo...

me he quedado enganchada en el segundo párrafo de tu escrito, ¿qué mitos feministas protegerán la acción social que nos lleve a la ansiada igualdad?

Amelia Fernández dijo...

Muy exhaustiva la contribución y, en definitiva nos acerca a la idea de que de nada sirve defender un etnocentrismo cultural, cuando nuestras dudas, misterios y anhelos se repiten una y otra vez en el mar del tiempo.
Me hace gracia el comentario de Ana porque me ha sucedido lo mismo. No voy a dar por supuesto que en tono paternalista, tu amiga Oliva considere que el feminismo es un mito o una utopía, diría poco de nuestra propia historia que estemos contínuamente empeñados en cargarnos "otra" manera de construir futuro.
El mito tiene una función social, nuestra interpretación determina la actualidad, el feminismo, el machismo, el desfase, ...,del propio mito, pero éste en sí no es ni feminista, ni machista. Nosotros y nosotras sí lo somos y podemos elevar un argumento haciéndolo descansar falsamente sobre un mito, cuando lo que hacemos es organizar una interpretación que trate de cumlir la función social deseada.
Como ya sabes que a mí me gusta ir al grano, la acción social que haga real la ansiada igualdad comienza por la toma de conciencia de su necesidad, en el sentido de no ser sólo una moda, una deuda histórica o una política educativa. Es una convicción activa.

José Biedma L. dijo...

El mito de Aspasia, el de Diotima, el de Hipatia... o el de Oliva Sabuco. El mito de la Diosa Blanca, o el de la Virgen María (aunque yo prefiero la devoción popular a la Virgen de los Dolores); o el de Blanca Nieves, que se las arregló bastante bien dominando enanitos... Y ¿qué te parece el de la Diva por antonomasia, la ambigua, la independiente Greta Garbo?, a la que rendí tributo enamorándome de todas sus películas, parece que la estoy viendo, indomesticable, montando a caballo como Cristina de Suecia (sí, la reina que llamó a Descartes para que muriera de pulmonía en Estocolmo)...

José Biedma L. dijo...

Contesto a Amelia: Ni he dicho ni he insinuado que el feminismo sea un mito, pero puede valerse de mitos, y de hecho lo hace. Los mitos tienen un lado peligroso y falsario, pero tienen un lado contructivo y edificante. Hay mitos venerables, el de Juana de Arco, por ejemplo.
El feminismo es algo mucho más complejo que una parábola justiciera, es algo digno de nuestro interés intelectual y moral, ¡por supuesto!: un pensamiento revolucionario, el sesgo de ciertas filosofías, él mismo una corriente filosófica muy actual y creadora, una ideología de combate, una hermenéutica de la historia, una prospectiva igualitaria y utópica, una reivindicación política urgente contra atrocidades como el maltrato doméstico, etc.
Por su importancia ética, estética, pública, pedagógica, e incluso "redentora", debería ser uno de los focos sensibles de nuestras discusiones de este curso en la Quinta.
Ahí tienes el tx de Encarnación, que luego tal vez podamos comentar y que toca bastantes palos...